Desde la ventana veo el lago de hierba agitado por el viento, y las luces del campamento de gitanos. Me llega el recuerdo de una gitana gorda, que una vez me siguió mientras me decía sin parar: niña hermosa, ven, te leeré la mano. Tuve miedo. Tal vez yo tenga adentro el virus del racismo o tal vez no somos capaces de soportarlos a todos y llevar el peso del mundo a cuestas. Sin embargo, a veces juego con dos chicos gitanos. Darko el limpiavidrios y un amigo suyo de cabelo crespito. Ellos intentan tocarme el culo y yo les pido información sobre su etnia. Es un verdadero intercambio cultural.
Fragmento de "Margarita Dolcevita"
De Stefano Benni
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