(...)
LIUBOV ANDREEVNA: Dentro de unos diez minutos debemos subir a los coches. (Recorriendo la estancia con la mirada). ¡Adiós casa querida!... ¡Vieja abuela!... ¡Pasará el invierno... llegará el verano...; pero tu ya no existirás!... ¡Te habrán derribado!... ¡Cuántos vieron estas paredes!... (A su hija besándola con efusión) ¡Tesoro mío! ¡Cómo resplandeces! ¡Los ojos te brillan igual que los diamantes!... ¿Estás contenta? ¿Mucho?
ANIA: Mucho... ¡Una nueva vida comienza ahora, mamá!...
(...)
LOPAJIN: ¿Están aquí todos? ¿No queda nadie por ahí? (Cerrando la puerta de la izquierda) Las cosas estánaquí reunidas. Hay que cerrar, ¡Vámonos!
ANIA: ¡Adiós, casa!... ¡Adiós, vieja vida!...
Trofimov: ¡Salve, vida nueva! (Sale con Ania. Varia, tras pasar lamirada por la estancia, abandona ésta con paso lento.
Iascha y Scharlotta salen también, tirando del perrito).
LOPAJIN: ¡Hasta la primavera, entonces! ¡Salgan, señores! ¡Hasta la vista! (Sale, Liubov Andreevna y Gaev han quedado solos. Diríase que esperaban, temiendo a ser oídos de los demás, ese momento para arrojarse el uno en
brazos del otro y estallar en unos sollozos bajos y contenidos)
(...)
(Salen. El escenario queda vacío. Se oye cerrar con llave las puertas, partir los coches. Reina el silencio. de pronto, en medio de él, retumba un sonido solitario y triste; el del golpe de hacha).
Anton Chéjov, fragmentos de "El jardín de los cerezos".
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