Esta alucinación inconsciente se vuelve más y más influyente y penetrante cuando se transforma en manipulación mercantil consciente de las grandes industrias: la industria de las dietas (33 mil millones de dólares al año), la industria de los cosméticos (20 billones de dólares), la industria de la cirugía estética (300 millones de dólares) y la industria de la pornografía (7 mil millones de dólares al año). Todas estas industrias han florecido gracias a las ganancias que deja la ansiedad inconsciente; y a su vez pueden, por su influencia en la cultura masiva, usar, estimular y reforzar la alucinación en una espiral económica ascendente.
Ésta no es una teoría de la conspiración; no tiene por qué serlo. Las sociedades se inventan las ficciones de la misma manera que lo hacen los individuos y las familias. Henrik Ibsen las llamaba “mentiras vitales” y el psicólogo Daniel Coleman dice que funcionan a nivel social como funcionan en las familias. “La confabulación se mantiene distrayendo la atención del hecho temido o reacomodando su significado en un formato aceptable”. El costo de estos puntos ciegos, dice el psicólogo, son ilusiones colectivas destructivas.
Las posibilidades para las mujeres se han vuelto tan diversas que amenazan con desestabilizar las instituciones sobre las cuales se ha levantado una cultura dominada por los hombres, y una reacción de pánico colectivo de ambos sexos obligó a la formación de contraimágenes. La alucinación resultante se materializa para las mujeres como algo demasiado real. Deja de ser sólo una idea para volverse una imagen tridimensional que delimita lo permitido y lo prohibido en las vidas de las mujeres. Se convierte en la doncella de hierro.
Originalmente, la doncella de hierro era un instrumento de tortura en Alemania medieval; un ataúd con forma de cuerpo de mujer con brazos, piernas y un rostro sonriente bellamente pintados. A la infortunada víctima se le encerraba en este ataúd, inmovilizándola, y moría por inanición o al encajársele los clavos empotrados en el interior. La versión moderna en que se hallan atrapadas las mujeres es similarmente rígida y cruel: un cuerpo eufemísticamente pintado. La cultura contemporánea dirige nuestra atención a la imagen de la doncella de hierro, mientras que censura los rostros y cuerpos auténticos de las mujeres.
"El mito de la belleza" de Naomi Wolf
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