El auge del mito de la belleza fue sólo una de las muchas ficciones sociales en desarrollo que se hacían pasar como componentes naturales de la esfera femenina para encerrar a las mujeres dentro de esta esfera.
Otras ficciones parecidas surgieron contemporáneamente: la versión de una niñez que requería supervisión materna constante, un concepto de biología femenina que necesitaba que las mujeres de clase media fueran histéricas e hipocondriacas, la convicción de que las mujeres respetables estaban sexualmente anestesiadas, y una definición del trabajo de la mujer que la mantenía ocupada en labores de punto de cruz y elaboración de encaje, ambas actividades repetitivas, laboriosas y complicadas. Tales inventos de la época victoriana tuvieron una doble función: aunque pretendían encauzar la energía y la inteligencia femeninas por medios inofensivos, las mujeres las utilizaron para expresar su verdadera creatividad y pasión. Pero a pesar de la creatividad de las mujeres de la clase media en la moda, en el bordado y en la crianza de los niños, un siglo después, el propósito principal de esta ficción se vio realizado, y consolidó el papel del ama de casa de los suburbios.
Durante un siglo y medio de agitación feminista sin precedente, esta ficción pudo contrarrestar el nuevo y peligroso ocio y la escolaridad de la mujer de clase media, así como su libertad frente a las restricciones materiales.
Estas ficciones, consumidoras de tiempo y mente, sobre el papel natural de la mujer, se adaptaron para poder resurgir en la posguerra con la mística de la femineidad. Sin embargo, fallaron temporalmente cuando la segunda ola del movimiento feminista desbarató la imagen del “romance”, “la ciencia”, “la aventura de las labores domésticas y la vida familiar”.
La empalagosa ficción doméstica del “espíritu familiar” perdió su significado y las mujeres de la clase media salieron en masa de sus hogares. Así que las ficciones se transformaron una vez más. Ya que el movimiento feminista había desbaratado con éxito casi todas las ficciones que había sobre la feminidad, todo el trabajo de control social que se había extendido a través de los medios de comunicación tenía que ser reasignado al único cabo suelto, cuya acción consecuentemente se fortaleció cien veces más.
Se reimpuso entonces sobre los cuerpos y rostros de las mujeres liberadas de todas las limitaciones, tabúes y castigos de las leyes represivas, los mandatos religiosos y la esclavitud reproductiva, que ya no tenían tanta fuerza.
La labor de belleza efímera e interminable sustituyó a la labor doméstica efímera e interminable. A medida que la economía, la ley, la religión, la moral sexual, la educación y la cultura se vieron forzadas a abrirse de una manera más justa para incluir a las mujeres, una realidad privada colonizaba la conciencia femenina. Al usar ideas sobre la “belleza”, se reconstruyó un mundo femenino alternativo con sus propias leyes, economía, religión, sexualidad, educación y cultura, en el que cada elemento es tan represivo como aquellos de antaño.
"El mito de la belleza" de Naomi Wolf
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