miércoles, 16 de enero de 2013

Libertinaje

Podría decirse también que el libertinaje es una religión al revés. El libertino niega al mundo sobrenatural con tal vehemencia que sus ataques son un homenaje y, a veces, una consagración. Es otra y más significativa la verdadera diferencia entre el anacoreta y el libertino: el erotismo del primero es una sublimación solitaria y sin intermediarios; el del segundo es un acto que requiere, para realizarse, el concurso de un cómplice o la presencia de una víctima. El libertino necesita siempre al otro y en esto consiste su condenación: depende de su objeto y es el esclavo de su víctima.

El libertinaje, como expresión del deseo y de la imaginación exasperada, es inmemorial. Como reflexión y como filosofía explicita es relativamente moderno. La curiosa evolución de las palabras libertinaje y libertino puede ayudarnos a comprender el no menos curioso destino del erotismo en la Edad Moderna. En español, libertino significo al principio hijo de liberto y solo más tarde designo a una persona disoluta y de vida licenciosa. En francés, la palabra tuvo durante el siglo XVIII un sentido afín al de liberal y liberalidad: generosidad, desprendimiento. Los libertinos, al principio, fueron poetas o, como Cyrano de Bergerac, poetas-filósofos. Espíritus aventureros, fantásticos, sensuales, guiados por la loca imaginación como Theophile de Víau y Tristán L'Hermite. El sentido de ligereza y desenvoltura de la palabra libertinaje en el siglo XVIII lo expresa con mucha gracia Madame de Sevigne: Je suis tellement libertine quand j'ecris, que le premier tour que je prends regne tout le long de ma lettre. En el siglo XVIII el libertinaje se volvió filosófico. El libertino fue el intelectual crítico de la religión, las leyes y las costumbres. El deslizamiento fue insensible y la filosofía libertina convirtió al erotismo de pasión en crítica moral. Fue la mascara ilustrada que asumió el erotismo intemporal al llegar a la Edad Moderna. Ceso de ser religión o profanación, y en ambos casos rito, para transformarse en ideología y opinión. Desde entonces el falo y la vulva se han vuelto ergotistas y fiscalizan nuestras costumbres, nuestras ideas y nuestras leyes.

Octavio Paz en "La llama doble"

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