sábado, 12 de enero de 2013

Sobre la fe

De forma más general (y esto no se aplica menos al cristianismo que al islam), lo que es realmente pernicioso es la práctica de enseñar a los niños que la fe en sí misma es una virtud. La fe es un mal precisamente porque no requiere justificación y no tolera los argumentos. Enseñar a los niños que la fe indiscutida es una virtud les prepara —dados otros ciertos ingredientes que no son difíciles de adquirir— para crecer en potencialmente armas letales para futuras yihads o cruzadas. Inmunizados contra el miedo por la promesa de un Paraíso para los mártires, la auténtica cabeza de la fe merece un lugar privilegiado en la historia de los armamentos, junto con el arco, el caballo de guerra, el tanque y la bomba de fragmentación. Si se enseñara a los niños a cuestionarse sus creencias y a pensar en ellas, en vez de educarlos en la superior virtud de la fe sin cuestión, podríamos apostar a que no habría terroristas suicidas. Los terroristas suicidas hacen lo que hacen porque realmente creen lo que les enseñan en sus escuelas religiosas: que el deber hacia Dios excede todas las demás prioridades, y que el martirio en su servicio será recompensado en los jardines del Paraíso. Y han aprendido esa lección no necesariamente de fanáticos extremistas, sino de instructores religiosos principales, decentes y gentiles, quienes les han organizado en sus madrasas, les han sentado en filas, moviendo rítmicamente arriba y abajo sus inocentes cabecitas mientras que aprendían cada palabra del libro sagrado como loros enloquecidos. La fe puede ser muy, muy peligrosa, e implantarla deliberadamente en la vulnerable mente de un niño inocente es un error de extrema gravedad.

Richard Dawkins en "El espejismo de Dios"

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