viernes, 24 de diciembre de 2010

El gringo que entendió a México VI


Su último y desencantado libro sobre México apareció en 1950. Como un eco de una obra de Kropotkin (La conquête du pain), se tituló Mexico, the struggle for peace and bread. Tannenbaum reconocía la existencia de dos países: el México parroquial y el moderno. Por un lado estaba el país rural, la mayor parte de la población viviendo en comunidades pequeñas como las que respondieron a la encuesta. De hecho, según el censo de 1950, el 63% de los mexicanos vivía aún en comunidades de menos de cien habitantes. Por otro, el México urbano, que buscaba quemar etapas e industrializarse. ¿Podría lograrlo a la velocidad y con los resultados que se esperaban? Tannenbaum lo dudaba y su duda –debidamente argumentada– irritó a muchos mexicanos.

 

(…) La nueva industria, sobre todo la manufacturera, mostraba índices notables de crecimiento y una apreciable capacidad exportadora. Pero era allí, justamente, adonde enfilaba sus reparos. ¿A qué costo social se industrializaba México?

 

Una pequeña clase obrera privilegiada que no abarcaba más del 20% de la población se estaba desarrollando sin conexión alguna con la gran masa del pueblo. La situación –apuntaba Tannenbaum– contenía "todos los elementos de la tragedia, y los líderes sindicales mexicanos no pueden soslayar las consecuencias que van implícitas en este programa". Lo que el México moderno tenía que ofrecer al México parroquial era muy poco. Excepto los artículos industriales a bajo precio (vestidos, zapatos), la industria no estaba orientada hacia la gran masa de consumidores hambrientos del campo. ¿No había allí una oportunidad para toda clase de instrumentos e iniciativas (crediticias, educativas, técnicas, incluidas las máquinas de coser) que pudiesen equipar productivamente a la comunidad, sin desarraigarla, desvirtuarla o destruirla? Tannenbaum lo creía así, y de ahí extrajo sus conclusiones:

 

"Lo que México necesita es enriquecer sus comunidades locales para lograr una producción agrícola cada vez más amplia, y aumentar la variedad y calidad de los bienes producidos por las artesanías locales, en cantidad suficiente para las necesidades domésticas, y, además, para la exportación. México necesita realmente una filosofía de cosas pequeñas. La escuela rural mexicana fue eso en sus principios, y sobre tales cimientos deben continuar levantándose las nuevas estructuras."

 

¿Qué eran esas cosas pequeñas? No solo artesanías. Tannenbaum –anarquista creativo, ingeniero social– aportaba varios ejemplos para apoyar la vida de las comunidades mexicanas: pequeñas presas que podían servir como estanques para proyectos piscícolas, motores de combustión interna, pequeñas plantas hidroeléctricas, programas hidropónicos para el cultivo de papas, maíz y otros vegetales, proveeduría de materiales químicos, preparación de abonos, cultivo de frutales en parcelas escolares, artes locales, selección de semillas, sanidad local, cría de animales, apicultura.


Fragmento de El gringo que entendió a México
Frank Tannembaum citado en un ensayo de Enrique Krauze, tomado de la revista Letras Libres de Diciembre de 2010.

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