sábado, 30 de octubre de 2010

El origen del amor




Cuando la Tierra era plana
y las nubes eran de fuego,
y las montañas llegaban al cielo,
y a veces más alto
el mundo lo habitaban gente
que parecían toneles.
Tenían dos pares de brazos,
tenían dos pares de piernas,
tenían dos caras que asomaban
de una enorme cabeza.
Podían ver todo a su alrededor.
Hablaban mientras leían
y no sabían,
no sabían nada del amor.

Esto fue antes
del origen del amor.

Y en aquel tiempo había tres sexos.

Uno que parecía dos hombres
pegados espalda con espalda.
Se llamaban los Hijos del Sol.

Similares en aspecto y tamaño
eran los Hijos de la Tierra.
Eran como dos chicas
fundidas en una sola pieza.

Y los Hijos de la Luna
eran como un tenedor
metido en una cuchara,
eran mitad Tierra y mitad Sol,
mitad hija y mitad hijo.

El origen del amor.

Pero los dioses se asustaron
de nuestra fuerza y orgullo.
Y Thor dijo:
“Los mataré a todos con mi martillo
como maté a los gigantes”.
Pero Zeus contestó:
“No, déjame a mí.
Usaré mis rayos como tijeras y los cortaré
como corté las patas de las ballenas
y recorté a los dinosaurios volviéndolos lagartos”.

Tomó unos cuantos rayos,
soltó una carcajada y dijo:
“Los partiré por la mitad,
voy a cortarlos en dos mitades”.

Y las nubes empezaron a formar


una gran tormenta de bolas de fuego.


Entonces del cielo cayeron
llamas de relámpagos
como hojas de un cuchillo brillante.
Y les atravesaron la carne
de los Hijos del Sol, de la Luna
y de la Tierra.

Y un dios Indio cosió la herida,
dejando un agujero en nuestro vientre
para recordarnos el precio pagado.

Y Osiris y los dioses del Nilo
crearon una gran tormenta
que formó un huracán
que nos dispersó en un diluvio
de viento y lluvia.
Y un mar de olas gigantes
nos arrastró.

Y si no nos comportamos
nos volverán a cortar
y andaremos en un sólo pie
y miraremos con un sólo ojo.

La última vez que te vi
recién nos habían dividido.
Tu me mirabas.
Yo te miraba.
Me resultabas tan familiar
pero no pude reconocerte
por la sangre en tu rostro
y la sangre en mis ojos.

Pero podría jurar por tu expresión
que el dolor en tu alma
era el mismo dolor que sentía la mía.

Ése es el dolor que
corta en línea recta
a través del corazón
lo que llamamos amor.

Así, nos abrazamos uno al otro
tratando de volver a unirnos.
Estuvimos haciendo el amor.
Haciendo el amor.

Fue hace mucho tiempo,
una noche fría y oscura
cuando la poderosa mano de Júpiter
creo la triste historia
de cómo nos convertimos
en criaturas solitarias de dos piernas.

Esta es la historia del origen del amor.
El origen del amor.

 Trad. Rebeca Garza


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THE ORIGIN OF LOVE


When the earth was still flat,
And the clouds made of fire,
And mountains stretched up to the sky,
Sometimes higher,
Folks roamed the earth
Like big rolling kegs.
They had two sets of arms.
They had two sets of legs.
They had two faces peering
Out of one giant head
So they could watch all around them
As they talked; while they read.
And they never knew nothing of love.
It was before the origin of love.

The origin of love

And there were three sexes then,
One that looked like two men
Glued up back to back,
Called the children of the sun.
And similar in shape and girth
Were the children of the earth.
They looked like two girls
Rolled up in one.
And the children of the moon
Were like a fork shoved on a spoon.
They were part sun, part earth
Part daughter, part son.

The origin of love

Now the gods grew quite scared
Of our strength and defiance
And Thor said,
"I'm gonna kill them all
With my hammer,
Like I killed the giants."
And Zeus said, "No,
You better let me
Use my lightening, like scissors,
Like I cut the legs off the whales
And dinosaurs into lizards."
Then he grabbed up some bolts
And he let out a laugh,
Said, "I'll split them right down the middle.
Gonna cut them right up in half."
And then storm clouds gathered above
Into great balls of fire

And then fire shot down
From the sky in bolts
Like shining blades
Of a knife.
And it ripped
Right through the flesh
Of the children of the sun
And the moon
And the earth.
And some Indian god
Sewed the wound up into a hole,
Pulled it round to our belly
To remind us of the price we pay.
And Osiris and the gods of the Nile
Gathered up a big storm
To blow a hurricane,
To scatter us away,
In a flood of wind and rain,
And a sea of tidal waves,
To wash us all away,
And if we don't behave
They'll cut us down again
And we'll be hopping round on one foot
And looking through one eye.

Last time I saw you
We had just split in two.
You were looking at me.
I was looking at you.
You had a way so familiar,
But I could not recognize,
Cause you had blood on your face;
I had blood in my eyes.
But I could swear by your expression
That the pain down in your soul
Was the same as the one down in mine.
That's the pain,
Cuts a straight line
Down through the heart;
We called it love.
So we wrapped our arms around each other,
Trying to shove ourselves back together.
We were making love,
Making love.
It was a cold dark evening,
Such a long time ago,
When by the mighty hand of Jove,
It was the sad story
How we became
Lonely two-legged creatures,
It's the story of
The origin of love.
That's the origin of love.



Escena de la película "Hedwig and the angry inch". John Cameron Mitchell escribió el guión de la obra y fue también el director y actor principal de la película. La música y las letras de las canciones las hizo Stephen Trask.

jueves, 14 de octubre de 2010

Un cuerpo, dos casas.


El cuerpo es una casa. No es como una casa. Es una casa. Aventuro esa analogía después de escuchar a los enfermos cuando abandonan el mare magnum del pathos. Muchos de ellos, atrapados en la oscuridad, narran historias. Los insomnios no son mudos. Piden cuentas. Exigen la construcción de un diván. Son compañeros incómodos, con frecuencia desagradables. Preguntan y preguntan. No se detienen, no saben lo que significa misericordia. Preguntan hasta el amanecer.
Algunos enfermos padecen sus insomnios. No duermen. Dolor, angustia y miedo son preámbulo de las preguntas propias del pathos y de la incertidumbre que atosiga: ¿me recuperaré?, ¿moriré? Muchos se sientan en la cama; cuando se aburren encienden la televisión. Algunos dan vueltas y vueltas y vueltas. No pocos deambulan, sin destino, con el cuerpo o con la mente. Otros caminan un rato; cuando el rato termina o la fuerza se agota, leen; cuando la vista se cansa, recuentan. En la enfermedad, recuento e insomnio son sinónimos.
En las noches de insomnio los demonios de la angustia abandonan sus moradas y asaltan al enfermo. El insomnio puede ser un proceso de demolición. El pánico engulle. Se apersona. Arredra. La mayoría procura escabullirse. No se trata de matar la noche. La apuesta es otra: Instalarse en el insomnio, seducirlo, tocarlo y meterse dentro de él hasta convertirlo en un espacio menos hostil.
Muchos enfermos quedan atrapados en el tiempo de la noche. En ese tiempo largo el cuerpo se topa con la enfermedad, con la historia que escribió y con la que no escribió. Las noches de los enfermos son noches de encuentros y desencuentros. La agudeza visual penetra y desmenuza todo. Nada, absolutamente nada, es extraño. La palabra desapercibida no existe. La enfermedad es maestra. Enseña. Hay cosas que solo se consiguen después de perderlas. Por ejemplo, pensar sin el temor que implica pensar. Por ejemplo, decir mañana sin el fardo de la quimioterapia a cuestas. Por ejemplo, mirarse al espejo.
Las noches de los enfermos son largas. Duran más que las de los sanos. No son horas de 60 minutos. Son horas de tresmilseiscientossegundos. A muchos la nostalgia los regresa a sus primeras moradas; otros retornan a la última, a la que dejaron cuando marcharon al hospital. Regresar a casa es una vivencia frecuente en quienes sufren dolor o experimentan pérdidas. Regresar motu proprio suele ser terapéutico: los recuerdos tienden brazos. La casa resguarda, protege, abraza. Atrapados por la enfermedad muchos pacientes sueñan con su hogar. Aunque no recuerdo las palabras exactas, fue Blas Pascal quien dijo: "al hombre le suceden tantas cosas por no saber estar a solas en su casa". Poco importa la exactitud de las palabras. La idea es correcta. La casa es magnífico resguardo. Lo saben los enfermos.
Cada noche sueño lo mismo. No puedo olvidar ni mi cuarto ni el cajón donde guardo mis escritos. No puedo evitar caminar por el pasillo que me lleva al asiento donde escribo. Ahí es donde la vida habla. Ahora me percato de la siguiente certeza: mi asiento es cómplice y amigo. Su respaldo, sus brazos, la tela, todo. Ahí sucede, ahí sucedo. Regreso y regreso a ese asiento. En ese lugar imagino. Escribo. Escribo deseos y no escribo. Cuando no escribo, escucho: el silencio llena todo. Entonces pienso. Pienso en "la nada". Me repito. Así me entiendo mejor: "Pienso en la nada."
En ese interludio, entre las palabras que fluyen y las que nunca llegan, la nada adquiere otros significados. La nada es un espacio único. Es un momento sin límites, un instante infinito. No hay cómo llenarla. Recuerdo el título de un gran ensayo: "¿Qué pasa cuando nada pasa?" Georges Perec asegura que pasan muchas cosas. Me uno a él. Tiene razón. En la vida, cuando nada pasa, todo pasa. Pasa la vida. Cuando la enfermedad convierte el tiempo en polvo y los días se llenan de tintes lúgubres, la única forma de atrapar el lenguaje de los míos y del mundo es en casa, en mi cuarto, al lado de las plantas, con el olor del puro, en la borra del café que siempre me acompaña. ¿Qué hay detrás de la borra?
Antes de enfermar hubiese respondido "nada"; enfermo respondo "todo": el deseo del café que me lleva al supermercado, el aroma del café cuando abro la lata, el recuerdo de la bolsa de café brasileño regalo de Gloria, la taza sin agua, la taza con agua, el tiempo del agua, el sonido del hervor, el vapor que murmura, el color del café, la belleza del rito. El rito del café revive otros ritos. La cadencia de los días donde lo mismo siempre es lo mismo, las teselas que aguardan las manos del artesano y la emoción que embriaga cuando el hijo da sus primeros pasos son el lampo siempre añorado. Ritos donde lo único que sucede es la vida, la vida del tiempo del agua. El tiempo del agua es una metáfora bellísima. Quisiera escribir más acerca de ella pero no sé hacerlo. Me sobran sensaciones. Me faltan palabras.
La borra no es nada: su destino es el desagüe. La borra no es mucho, es todo. Es un pedazo de vida, de la misma vida contada incontables veces, de la vida mirada por medio del infinito lenguaje de la borra cuyas imágenes, aunque sean iguales, siempre difieren. Basta esparcir diez o veinte veces el pozo del café sobre un plato: las figuras nunca son iguales. La borra del café de casa es única. Habla.
Algunas de esas palabras las dijo un enfermo después de una larga convalecencia. Otras las escribió la enfermedad. Muchas personas regresan a casa cuando el pathos los atrapa. Es una forma de meter la vida en los bolsillos; es una vía para atar los fragmentos de la vida rota y para reflexionar en el dulce silencio de la salud.
Cuando todo marcha en orden, cuando la salud es quien habla, predomina el mutismo. El cuerpo silente es sano; el que hace o tiene ruido padece. René Leriche, el gran cirujano francés, definió la salud como "la vida en el silencio de los órganos". Las personas sanas no son conscientes de su cuerpo. Las enfermas toman nota de las piernas cuando subir escaleras duele; acuden al médico al percibir la vista nublada; se acercan a los amores enterrados cuando la muerte anuncia su presencia; repasan el silencio de la vida cada vez que el pathos advierte que lo otrora normal ha dejado de ser normal. La enfermedad divide. El cuerpo se escinde en dos patrias: la vieja, la del nombre paterno y materno; la nueva, la bautizada por la enfermedad.
La enfermedad es una autobiografía. Algunos episodios son crudos. Perder un dedo, escuchar con dificultad, respirar y sentir la insuficiencia de los pulmones, depender de aparatos de hemodiálisis, padecer la indignidad de la incontinencia. Todos esos sinsabores son pilares de la nueva casa, del cuerpo herido cuyas paredes requieren remozarse y renovarse para impedir que la vida se atasque. La autobiografía también contiene fragmentos bellos. Caminar otra vez cuando la silla de ruedas era destino, comer cuando se dejó de comer, levantarse solo, sin ayuda, o dormir toda una noche sin dolor son vivencias magníficas.
La enfermedad es una autobiografía. Sus diversos apartados conforman dos casas: la vieja –la que protege–; la nueva –la que atenaza. Ir de un cuarto a otro, limpiar la herida, abrir una puerta, ingerir un medicamento, cambiar el clavo oxidado, telefonear al médico, clausurar una ventana, recolectar la orina, resanar una pared, cambiar la venda, podar una planta, inflar un globo, barrer el polvo, enterarse que hemoglobina es vida, tirar la basura, atrapar la vida, desempolvar el álbum familiar, hablar de la muerte. Los ojos del enfermo miran todo. Lo viejo adquiere significados distintos. Nada pasa desapercibido.Nada deja de ser una palabra incómoda. Lo mínimo trasciende. Lo poco significa. Lo banal importa. El olvido regresa cargado de nuevos sabores e incontables historias.
Cuando se enferma, todo significa. La autobiografía de los enfermos se escribe por lo que se hace –"aquello que importa"– pero también con lo que no se hace –"lo que no importa". Escribir unas líneas, regar una planta, pintar un lienzo, pegar un libro, bailar en un festival, comprar café. Todo importa. La realidad tiene muchas patrias. "Siempre existe otra historia –escribió W.H. Auden–, siempre hay algo más de lo que el ojo puede capturar."
Los enfermos regresan y retoman la vida y su vida. Algunos construyen en su cuerpo una casa distinta; otros comparten su morada con la enfermedad. Elpathos, una vez vencido, o al menos controlado, es una invitación: resarcir los daños es indispensable. Recomponer o reconstruir el cuerpo es una gran tarea. Se puede hacerlo solo o en compañía. Con suerte, también es factible mudarse. La enfermedad es una forma de escritura. Quien la padece utiliza ese lenguaje para restituirse, para recomponer la marcha claudicante o para cambiar las tejas fracturadas. Todo lo que sucedió sucede de nuevo. Todo lo que no sucedió ya no importa. ~

De Arnoldo Kraus
Tomado de la revista "Letras Libres", edición Octubre de 2010.

miércoles, 13 de octubre de 2010

No sé quién soy...

No sé quién soy, pero sí sé quién ya no soy. Ya no soy un niño, ni tu desafortunada hermana, ni una adolescente, ninguno de los nombres que ustedes le dan a su pasado. En pocos años mataron la larga infancia del mundo, era de todos y se la han robado. No habrá más hijos. Creceremos deprisa para defendernos de ustedes. Después de pocos años aprenderemos a usar sus armas y los combatiremos. Nuestros juegos de soldados se convertirán en una verdadera guerra. Aquellos que sobrevivirán envejecerán en un instante. Hasta que un día alguien decidirá que ya no tiene sentido continuar. Así lo quisieron ustedes al fingirse fuertes. Están muertos, impotentes, derrotados.

Fragmento de "Margarita Dolcevita"
De Stefano Benni

martes, 12 de octubre de 2010

Sobre el arte

- ¿Alguna vez vieron los dibujos prehistóricos de las cavernas? ¡La caza del mamut! Esos eran verdaderos grafitis. ¿Saben por qué?
- En realidad no -dijo Ángel divertido.
-¿Quién creen ustedes que es el autor de esas escenas?
- Creo… ¿los hombres de las cavernas, no? -respondí yo.
- Incorrecto -dijo Vincent- un paleontólogo amigo mío estudió en detalle esos dibujos. Y determinó que fueron cazados trazados con algo más grande y duro. Nada que ver con herramientas humanas. 
-¿Y entonces?
- Entonces indagó con técnicas muy sofisticadas y obtuvo la prueba. Polvo de marfil y pelos en los zurcos. El autor de esos zurcos no es un hombre sino un mamut.
- ¿Cómo?… -dijimos Ángel y yo en coro.
- Pero claro – dijo Vincent-, fue él, usó con destreza y delicadeza la cabezota y los colmillos. Sólo el podría relatar el miedo de la persecusión y el drama de la caza. Él había vivido de verdad esas escenas. El arte es eso: escapar de la normalidad que te quiere devorar. Yo siempre huyo, y mis dibujos son así porque sé que pueden ser borrados, devorados en un instante. Sin embargo, sé que uno de ellos, al menos uno, o muchos, durará millones de años. Yo soy un mamut.

Soñé lo sueños de los otros. Porque si entendemos los sueños de los otros, pensé, quizá no nos separaremos de ellos.

Fragmento de "Margarita Dolcevita"
De Stefano Benni


lunes, 11 de octubre de 2010

El asilo del abuelo

Pensé que este lugar me recordaba algo.
Por supuesto: ¡mi guardería!
En la pared había dibujos con flores y abejas y estaba escrito: "Hoy hace sol". Aunque no era verdad. Parecía exactamente una guardería infantil, de vida rebobinadas hacia atrás. Un regreso a las palabras en libertad, a las cantilenas y a los llantos de improviso, a las papillas que ensucian, a la retahíla de la caca, a los estallidos espontáneos de entusiasmo y a los terrores sin esperanza. Y, tal y como se acostumbra entre los niños, se jugaba a la muerte. Si un día veias un rostro nuevo sentarse a la mesa, simplemente quería decir que un puesto había quedado libre. Era necesario chequear quien faltaba, eso era todo. Sin embargo, ¿cómo explicar aquel grumo de vida que no se puede suprimir, las rabietas, los pequeños deseos, las uñas aferradas al abismo? Y la alegría de las sonrisas escasas, la esperanza de una visita, una tajada de torta, un mirlo en el alféizar…

Fragmento de "Margarita Dolcevita"
De Stefano Benni


sábado, 9 de octubre de 2010

Morir o matar



Te sentaste justo al borde del sofá,
como si algo allí te fuera a morder.
Dijiste: "Hay cosas que tenemos que aprender:
yo a mentir, y tú a decirme la verdad;
yo a ser fuerte y tú a mostrar debilidad;
tú a morir y yo a matar".

Y después se hizo el silencio, y el silencio fue a parar
a una especie de pesada y repartida soledad.
Y la soledad dio paso a un terror que hacia el final
nos mostró un mundo del que ninguno quisimos hablar.

Y así eran nuestras noches, y así era nuestro amor:
comenzaba en el silencio, continuaba en el terror,
y otra vez de allí al silencio. Dime, ¿para qué hablar
de lo que pudo haber sido y lo que jamás será,
tratando de adivinar qué fue eso que hicimos tan mal?;
si, en fin, se trata de morir o de matar.

Así que si aún andas por aquí
y alguien vuelve a prometerte amor,
con dinero, encanto y alguna canción,
por favor, prepárate para huir.
Vete lejos y limítate a observar
esta escena tan vulgar:

Conoció a unas cien mujeres y a cincuenta enamoró;
conoció a otros tantos hombres y con tantos se acostó.
Y fundió todo el dinero, y la gente se cansó
de escuchar noche tras noche la misma triste canción.

Y ahora ve que el universo es un lugar vacío y cruel, 

cuando no hay nada mayor que su necesidad en él.
Y encendiendo un cigarrillo se comienza a torturar,
y habrá cerca alguien gritándole "¡hágase tu voluntad!",
y él: "la culpa solo en parte es mía y en parte lo es de los demás;
de lo que se trata es de morir o de matar,
de morir o matar".

Fue aquella gitana que nos leyó el porvenir.
Dijo "uno es el asesino y el otro es el que va a morir".
Y salimos de allí,
y me miraste asustada, y el miedo sonó en tu voz:
"antes de que tú me mates prefiero matarme yo".

Y emprendiste así tu huida, y yo corrí a mi habituación,
y mezclé en una cuchara el polvo blanco y el marrón.
Y con la sangre aún resbalando te llamé desde ese hotel:
"por favor, entiende que algo no funciona en mí muy bien".
Y al otro lado te oí llorar, y yo seguí, y no colgué,
y me suplicaste "déjame de una vez,
déjame de una vez".

Y tus párpados cayendo se me antojan guillotinas,
y te observaré durmiendo y me pondré a susurrar:
"Nuestras almas no conocen el reposo, vida mía,
pero, si hay algo que es cierto,
es que te quiero un mundo entero
con su belleza y su fealdad.
¿Por qué no puedes aceptar que esto no se trata más
que, amor mío, de morir o de matar,
de morir o matar?".

Moriré, moriré, moriré...
Moriré, moriré, y es lo único que sé.
Moriré, moriré...
Moriré, y cuando lo haga,
al fin ya nada va a impedirme descansar,
y así obtendré la santa paz que en vida no gocé jamás,
pues hasta morir la única opción
siempre es matar,
siempre matar.


Nacho Vegas