martes, 31 de agosto de 2010

Instante

El instante, esa nada, mero límite, lugar donde se va al pasado y llega el futuro, esa nada, digo, pero nada prodigiosa, ese punto geométrico, sin ancho ni largo ni alto y, sin embargo, en el espacio, el instante, digo, no se mueve, ni el tiempo es la sucesión de presentes; el instante está quieto, inmóvil, eterno; somos nosotros quienes nos movemos sin parar alejándonos del instante fijo. Y en ese desplazamiento tramamos la temporalidad humana, es decir, ese fluir constante del futuro al pasado.

Hugo Iriart
Fragmento de "Diario Infinitesimal. El paso del tiempo" tomado de la Revista "Letras Libres" edición Agosto 2010.

sábado, 28 de agosto de 2010

Identidad de género

(…) Nacemos y se nos asigna, con cierta arbitrariedad no exenta de abundantes problemas, un sexo; incluso antes de nacer se nos impone un sexo como la realidad verdadera de nuestro ser. A partir de ese momento se inicia esa tarea de imitar, repetir, copiar, citar gestos, comportamientos, sensaciones, deseos, placeres, prácticas sexuales, palabras, discursos, saberes, opiniones que debe ocupar el conjunto de nuestra vida. Un ideal, de feminidad, de masculinidad, culturalmente diseñado, sin origen ni autoría evidentes, y reiterado más y más en el tiempo hasta el punto en el que llega a ser asumido no como una ficción sino como una verdad, es aquello a lo que compulsivamente intentamos ajustarnos para adquirir reconocimiento y poder ocupar un lugar en el mundo. Si ser mujer o ser hombre fuese sin más un modo de ser natural, innato, las culturas no tendrían por qué derrochar energías en forzarnos a cumplir sus modelos de mujer o de hombre. Sería innecesario, obviamente, todo mensaje del tipo: ser mujer es ser madre (heterosexual, por supuesto), cariñosa, comprensiva, cuya misión principal es el cuidado de su familia, que además debe desarrollar una estética corporal armónica, femenina y que, fundamentalmente debe repudiar, rechazar, todo rasgo de masculinidad.
Sin embargo, esa tarea de cumplir con las directrices del ideal de género, de ser fieles a las normas de género, es una tarea frustrada por imposible. El modelo es irrealizable porque, como ideal que es, es demasiado rígido, estrecho, inhabitable, distante. Dice que el género es un atributo estable, siempre idéntico a lo largo de la vida, y coherente, donde la coherencia es entre el sexo, el género, el deseo, la sexualidad, el comportamiento. Una mujer debe ser femenina, desear al sexo opuesto, practicar relaciones heterosexuales y comportarse siempre según las normas de la feminidad. En nuestro intento de ser mujer, decíamos, imitamos, repetimos, pero el mecanismo de la repetición se alimenta precisamente de la posibilidad del fallo. La repetición no en todos los casos es exitosa (…)

(…) Este fracaso en la repetición de las normas de género, la mera posibilidad del fracaso, provoca malestar, una cierta ansiedad de género (…)

(…) Según las tesis de Butler, todos los individuos asumimos una identidad de género inestable e incoherente, si bien, ciertamente, no todas las personas muestran la incoherencia de género en el mismo grado y con idéntica problematicidad (…)

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "¿En qué, por qué y para qué somos diferentes varones y mujeres?" donde analiza la obra de Judith Butler.

viernes, 27 de agosto de 2010

Factotum

Cuando estuve de vuelta en Los Ángeles encontré un hotel barato justo al lado de Hoover Street, y una vez allí me quedé en la cama y bebí. Estuve bebiendo durante cierto tiempo, tres o cuatro días. No conseguí levantarme para leer las ofertas de trabajo. La idea de sentarme frente a un hombre sentado detrás de un escritorio  y contarle que deseaba un trabajo, que estaba capacitado para hacer ese trabajo, era demasiado para mí. Francamente, estaba horrorizado de la vida, de todo lo que un hombre tenía que hacer sólo para comer, dormir y poder vestirse. Así me quedaba en la cama y bebía. Mientras bebía, el mundo seguía allí afuera, pero por el momento no te tenía agarrado por la garganta.

Charles Bukowski
Fragmento de "Factotum".

jueves, 26 de agosto de 2010

Factotum

Cierto que yo no tenía muchas ambiciones, pero tenía que haber un lugar para la gente sin ambiciones, quiero decir un sitio mejor que el que se reserva habitualmente para esta gente. ¿Cómo coño podía un hombre disfrutar si su sueño era interrumpido a las 6:30 de la mañana por el estrépito de un despertador, tenía que saltar fuera de la cama, vestirse, desayunar sin ganas, cagar, mear, cepillarse los dientes y el pelo y pelear con el tráfico hasta llegar a un lugar donde esencialmente ganaba cantidad de dinero para algún otro y aún así se le exigía mostrarse agradecido por tener la oportunidad de hacerlo?

Charles Bukowski
Fragmento de "Factotum".

miércoles, 25 de agosto de 2010

Ser Mujer

Así, para feminismos de la diferencia, pongamos por caso, las mujeres son definidas en especial por su capacidad maternal, su capacidad para dar vida y para cuidar la vida. Feminismos igualitarios e ilustrados dirían que las mujeres son seres racionales, pensantes, sujetos autónomos con derechos idénticos a los establecidos para los hombres, personas para las que la maternidad no es más que una posibilidad vital entre otras, sin llegar a adquirir un valor especial o definitorio, ya que si el hombre, según afirman las primeras, es un ser para la muerte y la destrucción, la mujer tiene igualmente derecho y capacidad para ejercer estas acciones[1]. Pero, cabe también, desde la óptica de Butler, pensar que mujeres son ciertos individuos que se reconocen, aunque de modo siempre problemático y provisional, bajo esa categoría que les sirve de instrumento para adquirir una inteligibilidad personal y social y desde la cual pueden trabajar por la ampliación y por la flexibilidad de la misma categoría con el fin de posibilitar la vida en libertad para un mayor número de personas. Las palabras, los términos, nos cobijan y nos dan existencia, presencia y significado. El nombre dado al nacer es muestra de ello. Sin embargo, también oprime y constriñe.
Habrá que usar los términos, más sin dejar de problematizarlos con insistencia. Butler nos trae a escena cómo lesbianas, algunas al menos, sin dejar de autodenominarse mujeres no logran cómodo acomodo bajo una categoría definida tradicionalmente por su relación de dependencia, deseo y atracción, hacia los hombres. Categoría usada, entonces, mayoritariamente en una dimensión donde la heterosexualidad es el significado privilegiado. Transgéneros, transexuales, drag queen, drag king, intersexo, son ejemplos también evidentes de sujetos sometidos a la fuerza violenta del término mujer cuando éste se instrumentaliza en una estrecha, reducida y fundamentalista dirección que concluye incluso por expulsar a tales individuos de la definición aceptada acríticamente de lo humano. ¿Cuál es la razón, si no es el fundamentalismo de la definición y su consiguiente finalidad de sometimiento y control, que explica el que transgéneros -de hombres a mujeres-, por ejemplo, no sean aceptados como mujeres ni se les permita legalmente, o bajo instancias religiosas y morales, como tampoco a las parejas homosexuales, ejercer funciones maternales mediante la adopción de niñas o niños? "Mujer", "hombre", como categorías, deben ser revisadas al tiempo que se hace necesario introducir como signos inteligibles de reconocimiento de individuos sujetos de derechos términos como los apuntados, "transgénero", "transexual", que en efecto son usados ya, por parte de individuos y de colectivos, como categorías de identidad posibilitadoras de vida.

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "¿En qué, por qué y para qué somos diferentes varones y mujeres?" donde analiza la obra de Judith Butler.

Superstición

Si se creía que un gato negro que cruzaba el camino significaba mala suerte, entonces también se creería en el destino, pensaba Sofía. Cuanto mas pensaba en ello, más ejemplos le salían de la fe en el destino. ¿Por qué se decía «toca madera, por ejemplo y por qué martes trece era una día de mala suerte?; Sofía había oído decir que muchos hoteles se saltaban el número trece para las habitaciones. Se debería a que, a fin de cuentas, había muchas personas supersticiosas.

–Superstición, por cierto, ¿no era una palabra extraña? Si creías en el cristianismo o en el islán se llamaba fe», pero si creías en astrología o en martes y trece, entonces se convertía enseguida en superstición.

¿Quién tenía derecho a llamar superstición, a la fe de otras personas?
Fragmento de el libro "El mundo de Sofia" de Jostein Gaarder

martes, 24 de agosto de 2010

Binarismo de género

(…) Las normas de género alimentadas de su propio fracaso en el logro del excluyente binarismo de género son instrumento, no siempre pero sí en ocasiones sobresalientes, de contundente problematización del género. Las normas nos sujetan pero nos acogen y es desde ellas, en ellas, donde podemos hallar espacio para la transformación social. Es posible, y de hecho así sucede, un uso de las normas de género que altere con fuerza el binarismo de género y su consiguiente imposición de la heterosexualidad. Mas, cabría la pregunta de con qué fin deberíamos quebrar el binarismo de la norma, dado que no podemos sostener la acción en ese sujeto humanista que ha quedado rechazado por la teoría postestructuralista de Butler. La respuesta no es otra sino la lucha en favor de la posibilidad de vida, de una vida más libre, menos violenta, donde la incoherencia de género presente en todas las personas se comprenda y se acepte no como mal o como falta sino como riqueza existencial y como signo de íntima cercanía entre el yo y el otro o la otra. Urge una acción que dé respuesta en especial a aquellos individuos que han sido arrojados de las categorías privilegiadas, mujer, hombre, y, en definitiva, expulsados de la categoría misma de lo humano, más o menos drásticamente, en ocasiones mortalmente.

 

Elvira Burgos Díaz

Fragmento del ensayo "¿En qué, por qué y para qué somos diferentes varones y mujeres?" donde analiza la obra de Judith Butler.

lunes, 23 de agosto de 2010

Sexo y Género

Butler (…) considera que la categoría de sexo es un medio privilegiado para el trabajo del poder, un instrumento con el que el poder nombra como natural aquello que, antes bien, está conformado y diseñado a través del mecanismo de su actuación. No sólo las conductas o los comportamientos, también las experiencias, los deseos, los placeres, las prácticas sexuales, aquello que pudiera parecer nuestro ser más íntimo y auténtico, está modulado, inducido por la cultura. No obstante, ello no significa que Butler no reconozca que se perciben diferencias entre los sexos, como se aprecian diferencias entre las mismas mujeres y entre los mismos hombres. Lo que pretende es subrayar cómo la percepción, lo que decimos que percibimos, no es tampoco algo que irrumpe de modo inmediato sino que está conformada, adiestrada por la cultura, de modo similar a como educamos el oído para captar ciertos sonidos importantes en nuestro entorno social. El valor, la importancia y significado que atribuimos a determinadas y concretas diferencias entre los sexos y que conlleva que algo sea fijado, retenido, como diferencia clave, definitoria, es un asunto sociocultural. ¿Por qué no, de lo contrario, clasificamos a los individuos en función de sus diferentes tamaños y formas de sus lóbulos de las orejas, o de sus bocas, por ejemplo y como dijera Monique Wittig?
Son los rasgos físicos, los órganos, destinados a la reproducción los que se nombran como sexuales y los usados para distribuir a las personas en dos grupos separados. La diferencia entre los sexos, a este nivel, la que resulta de la aplicación de esta "unidad ficticia" que es el término sexo, se nos revela con claridad, según lo dicho, como una tesis problemática. La categoría sexo, entendida como constructo cultural, muestra que no es algo distinto de aquella categoría con la que remitimos al trabajo de lo cultural, la categoría género. Revisando incisivamente la distinción feminista entre sexo y género, y sus implicaciones, Butler afirma que el sexo no es más que género.

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "¿En qué, por qué y para qué somos diferentes varones y mujeres?" donde analiza la obra de Judith Butler.

domingo, 22 de agosto de 2010

Arte

El hombre humanizó tanto al arte que el arte hoy está por debajo de él. Antes, la persona que aspiraba a ser artista preparaba su espíritu para acceder a la gloria, al privilegio para estar cerca de la Creación.

Hay un misterio al que no accede la ciencia, y ése es el aspecto en el que actúa el arte. Yo soy creyente y practicante, y siento que a la edad que tengo debo seguir trabajando porque desde Arriba hay una orden divina, hermosa, que lo indica y me toca el alma y me hace feliz.

Héctor Zaraspe
Tomado de la entrevista "Maestro" de la revista "Letras Libres", edición Julio 2010.

sábado, 21 de agosto de 2010

Literatura

(…) Mi poética, si quiere que lo exprese en palabras, consiste en la lucha conmigo mismo. En descubrir, en trascender el narcisismo de la literatura. Quiero superar esta vanidad (…).

(…) La literatura para mí es la lucha con la muerte (…).

(…) Yo no puedo vencerla (…).

(…) (¿Por qué luchar?) Para darle algún sentido a la vida (…).

(…) (La literatura) Es ante todo, la destrucción de uno mismo.

Danilo Kis
Fragmento tomado de la entrevista de Danilo Kis con Michael March "La lucha con la muerte" aparecida originalmente en "The Grummarian Monkey". Tomada de "La vuelta de los días". Traducción de Jorge Brash.

viernes, 20 de agosto de 2010

Discriminación y violencia

Un episodio singular sucedió en aquel tiempo. Brenda se comportaba al orinar como si tuviera pene. Compañeras del colegio que le vieron en tal actitud reaccionaron violentamente, afirmando que le matarían si persistía en su conducta. Butler en su texto "La cuestión de la transformación social", donde alude a esta misma escena, nos interrogaba significativamente: "Debemos preguntarnos acerca de esta amenaza de violencia. ¿De dónde proviene? ¿Qué es tan «terrible» para las niñas que al ver este acto les inspira amenazar con violencia y muerte? ¿Y cuál es su objetivo? ¿Y cómo se podría transformar?". Butler es potente en sus preguntas. Sus preguntas inciden en el núcleo del problema. Brenda intenta asumir su nuevo género que le imponen las normas y que no termina nunca de cumplir. Claro, se podrá decir, el desplazamiento obligado y violento del género masculino al femenino no es lo esperable, no es lo que las normas habitualmente prescriben y de ahí la dificultad de esa vida concreta. En un caso así se hace clara la violencia de las normas.
Pero las interrogaciones de Butler no tienen, aquí, en su texto "La cuestión de la transformación social", al comportamiento del niño-niña (David/Brenda) como objeto directo sino al de las niñas-niñas. Ellas muestran inequívocas actitudes de violencia hacia el otro/otra diferente y, sin embargo, ellas no se ven sumergidas en un proceso de modificación de género. Entonces, serán las propias normas de género, que desde el principio se afanan en prescribirles la categoría de lo femenino, las que activan su amenaza. Lo "terrible" para ellas es el enfrentar de modo contundente la arbitrariedad,  inestabilidad e ineficacia de las normas que Brenda visibiliza. Brenda les acerca la idea de que ellas están comprometidas, por imperativo de las normas, a la realización de un ideal imposible. El vértigo, el desconcierto, el miedo que esta comprobación les supone intentan contrarrestarlo con la eliminación de esa vida extrañamente calificable. Buscan con el acto violento no saber, ocultar su propia fragilidad esencial en la vana esperanza de que el acatamiento de la norma es posible y de que llevarlo a efecto les dotará de una vida segura; y en la rígida creencia de que el incumplimiento de las normas equivale a una condena de muerte.
La violencia muestra la pretensión de restaurar el fingido orden de la norma que dice que hay modos inteligibles y modos no inteligibles, no humanos, de ser, y muestra al mismo tiempo la decisión de rechazar la posibilidad de pensar el mundo y lo humano de otro modo, de un modo no sujeto a la idea de lo necesario, natural e inconmovible. En lugar de no reconocer nuestra ignorancia afirmando que ya nos conocemos y que conocemos al otro/otra, deberíamos aceptar nuestro no saber, nuestro desconocimiento de lo que define lo humano y de su devenir futuro; esto abriría el espacio para la respuesta no violenta capaz de iniciar el camino de la transformación. Aceptar el reto que Butler nos propone es fundamental porque la violencia de las normas de género nos afecta a todas las personas, como víctimas y como verdugos. Butler nos pregunta: "¿Qué podría significar aprender a vivir en la ansiedad de ese desafío, sentir que desaparece la seguridad del propio anclaje epistemológico y ontológico, pero querer que lo humano se convierta en algo más de lo que tradicionalmente se ha asumido que debe ser? Esto significa que debemos aprender a vivir, y aceptar, la destrucción y rearticulación de lo humano en nombre de un mundo más abierto y, en último término, menos violento, a no saber de antemano qué forma precisa toma y tomará nuestra humanidad, a estar abiertas a sus permutaciones en nombre de la no-violencia".

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "Haciendo y deshaciendo el género" donde analiza la obra de Judith Butler.

jueves, 19 de agosto de 2010

"Ser Humano" y Género


Aquello que está en el centro de la cuestión es el concepto de lo humano; la pregunta sobre qué cuerpo es concecible como humano y qué cuerpo no lo es. El trabajo es para Butler el pensar un mundo en el que esas personas de caracteres sexuales mixtos pudieran ser reconocidas, y reconocerse a sí mismas, sin necesidad de tener que ajustar sus cuerpos, deseos y comportamientos a las normas de coherencia de género, a esa versión social imperante del género que habla de que el dimorfismo de género es requisito previo para el desarrollo de lo humano.
Individuos existen que viven en el intersticio de los géneros mostrando que el binarismo de género es arbitrario y no necesario, que no es el único modo de ser y de vida posible. Además, también desde ciertas tendencias del movimiento transexual se pone el acento en la crítica al dimorfismo de género al definirse el género como ejercicio mismo de transformación, como un proceso que no culmina, que no está dentro de un campo binario.

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "Haciendo y deshaciendo el género" donde analiza la obra de Judith Butler.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Ser y Lenguaje

Que hay actos de habla capaces de causarnos una herida es signo indicativo, claramente, de que somos seres lingüísticamente vulnerables. Y si podemos ser dañados por el lenguaje es porque necesitamos el lenguaje en orden a ser; necesitamos el lenguaje para dotarnos de existencia, para otorgar inteligibilidad a nuestra vida: este es un contundente razonamiento. El nombre que se nos impone al nacer es muestra de ello, el primer signo de que la nuestra es una existencia habitada en el lenguaje.

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "Cuerpos que hablan"donde analiza la obra de Judith Butler 

martes, 17 de agosto de 2010

Soledad


Me metí en la cama, abrí la botella, doblé la almohada y me la ajusté bajo la espalda, respiré con ganas y me quedé sentado en la oscuridad mirando por la ventana. Era la primera vez que me había quedado solo en cinco días. Yo era un hombre que me alimentaba de soledad; sin ella era como cualquier otro hombre privado de agua y comida. Cada día sin soledad me debilitaba. No me enorgullecía mi soledad, pero dependía de ella. La oscuridad de la habitación era fortificante para mí como lo era la luz del sol para otros hombres. Tomé un trago de vino.

Charles Bukowski
Fragmento de "Factotum".

lunes, 16 de agosto de 2010

Factotum

Cada vez que entraba en el vestíbulo de la pensión,  Gertrude parecía estar allí aguardándome. Era perfecta, puro sexo enloquecedor, y ella lo sabía y jugaba con ello, te lo daba con cuentagotas, dejando que sufrieras. Eso la hacía feliz. Yo tampoco me sentía muy mal. Le hubiera sido fácil ignorarme y no permitirme el calor de una gota siquiera. Como la mayoría de los hombres en tal situación, me daría cuenta que no conseguiría nada de Gertrude – conversaciones íntimas, excitantes excursiones por la costa, largos paseos las tardes de domingo… hasta después de haberle hecho unas cuantas promesas absurdas.

-         Eres un tío extraño. Te pasas mucho tiempo sólo ¿no?
-         Sí.
-         ¿Tienes algún problema?
-         Estuve largo tiempo enfermo antes de aquella noche en que me conociste.
-         ¿Estás enfermo ahora?
-         No.
-         Entonces, ¿qué es lo que te pasa?
-         No me gusta la gente.
-         ¿Piensas que eso está bien?
-         Probablemente no.
-         ¿Me llevarás al cine alguna noche?
-         Lo intentaré.

Gertrude se meció enfrente mío; se meció con sus zapatos de tacón. Se acercó. Algunas partes de ella me tocaban. Sólo que no pude responder. Quedaba un espacio entre nosotros. La distancia era demasiado grande. Sentí como si ella le estuviese hablando a una persona que se había esfumado, una persona que ya no estaba allí, ni estaba viva por más tiempo. Sus ojos parecían mirar a través mío. No podía conectar con ella. No sentía vergüenza, sólo me daba un poco de corte, y de algún modo, me sentía indefenso.

-         Ven conmigo.
-         ¿Qué?
-         Quiero enseñarte mi alcoba.

Seguí a Gertrude hasta el salón. Abrió la puerta de su dormitorio y entramos. Era una habitación muy femenina. La amplia cama estaba cubierta de animales de peluche. Todos los animales parecían sorprendidos y me miraban: jirafas, osos, leones, perros. Todo era bonito y limpio y parecía suave y confortante. Gertrude se me aproximó más.

-         ¿Te gusta mi alcoba?
-         Es muy bonita. Sí, me gusta.
-         No le digas nunca a la señora Downing que te he traído aquí, se escandalizaría.
-         No le diré nada.

Gertrude se quedó allí mirándome, en silencio.

-         Tengo que irme – le dije finalmente. Me acerqué hasta la puerta, la abrí, la cerré tras de mí y volví a mi cuarto.

Charles Bukowski
Fragmento de "Factotum".

sábado, 14 de agosto de 2010

Normas, género y sexualidad

La relación crítica con las normas del género y la sexualidad tiene un amplio alcance en el pensamiento de Butler. Las normas otorgan reconocimiento, pero para otras personas, para las que no se acogen a sus criterios, las normas dictan su abyección, la ilegitimidad de sus formas de vida. Así, Butler se refiere también al hecho de que la regulación del matrimonio para individuos homosexuales supone una manera de lucha contra la homofobia pero si este, el del matrimonio, llega a ser el camino exclusivo para dotar de valor social a las relaciones sexuales, y a los vínculos afectivos, y para establecer los términos de la familia y el parentesco, entonces, esta ley ampliada del matrimonio estará desligitimando a los intercambios sexuales y a los afectos de las personas que viven fuera de la unión matrimonial. Para tales personas las condiciones de viva quedan muy restringidas. Las normas actúan en una doble dirección: en una positiva, dando apoyo a un grupo de individuos, y en otra negativa, no dando cobijo a otro conjunto de individuos. Esto señala que en un sentido ético la universalización tiene un límite, porque son muchos los modos de vida y las dinámicas del deseo. De ahí que no sea la propuesta de Butler ofrecer legislaciones cuya pretensión sea imponer su autoridad a todas y a cada una de las vidas. La crítica a las normas debe atender a los contextos y preguntarse por la manera en que las normas facilitan las posibilidades de vida o, por el contrario, por el modo en que implican muerte social y literal.

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "Haciendo y deshaciendo el género" donde analiza la obra de Judith Butler.

viernes, 13 de agosto de 2010

No es nada de tu cuerpo...

No es nada de tu cuerpo,
Ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre
Ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
Fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca –tu boca
Que es igual que tu sexo-,
Ni la reunión exacta de tus pechos,
Ni tu espalda dulcísima y suave,
Ni tu ombligo, en que bebo.
Ni son tus muslos duros como el día,
Ni tus rodillas del marfil al fuego,
Ni tus pies diminutos y sangrantes,
Ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
Triste luz descarriada, paz sin dueño,
Ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
Ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
Flecha de avispas en el aire ciego,
Ni la humedad caliente de tu asfixia
Que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
Ni una brizna, ni un pétalo,
Ni una gota, ni un grano, ni un momento:

Es sólo este lugar donde estuviste,
Estos mis brazos tercos.

Jaime Sabines
De "Otros poemas sueltos (1973-1993)"
Libro "Jaime Sabines: Recuento de poemas. 1950-1993"

jueves, 12 de agosto de 2010

Fin

Iba al encuentro… ¿de qué iba al encuentro? Entonces no lo sabía y no lo sé ahora. Tal vez por eso escribí "ir hasta el fin": para saberlo, para saber qué hay detrás del fin. Una trampa verbal, después del fin no hay nada pues si algo hubiese el fin no sería fin. Y, no obstante, siempre caminamos al encuentro de…, aunque sepamos que nada ni nadie nos aguarda. Andamos sin dirección fija pero con un fin (¿cuál?) y para llegar al fin. Búsqueda del fin, terror ante el fin: el haz y el envés del mismo acto. Sin ese fin que nos elude constantemente ni caminaríamos ni habría caminos. Pero el fin es la refutación y la condenación del camino: al fin el camino se disuelve, el encuentro se disipa. Y el fin –también se disipa.

Octavio Paz
Fragmento de "El mono gramático"