martes, 15 de abril de 2014

Servidumbre voluntaria concebida como la expresión de la suprema libertad

"Tanto en lo referente a los místicos, que ofrecían sus cuerpos a Dios, como entre los flagelantes, que imitaban la pasión de Cristo, o incluso cuando se estudia la peripecia vital, sangrienta y heroica, de Gilles de Rais –y sin duda en muchas otras historias-, encontramos, con diferentes rostros, la alternancia de sublime y abyecto que caracteriza nuestro lado oscuro en su aspecto más herético, pero también más luminoso: una servidumbre voluntaria concebida como la expresión de la suprema libertad".

Fragmento de "Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos" de Élisabeth Roudinesco.

lunes, 14 de abril de 2014

Cómo odio las farsas e ironías de este mundo! En cuanto una criatura es asesinada, a otra se le priva de la vida de forma lenta y tortuosa

" Cómo odio las farsas e ironías de este mundo! En cuanto una criatura es asesinada, a otra se le priva de la vida de forma lenta y tortuosa. Y los verdugos, con manos aún teñidas de sangre inocente, creen haber llevado a cabo una gran obra. A esto lo llaman retribución. ¡Odioso nombre! Cuando oigo esa palabra, sé que se avecinan castigos más horribles que los que tirano alguno jamás haya podido inventar para saciar su venganza. "

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

sábado, 12 de abril de 2014

Ningún mortal podría soportar el horror que inspiraba aquel rostro. Ni una momia reanimada podría ser tan espantosa como aquel engendro

" Una desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mí alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo. ¿Cómo expresar mi sensación ante esta catástrofe, o describir el engendro que con tanto esfuerzo e infinito trabajo había creado? Sus miembros estaban bien proporcionados y había seleccionado sus rasgos por hermosos. ¡Hermosos!: ¡santo cielo! Su piel amarillenta apenas si ocultaba el entramado de músculos y arterias; tenía el pelo negro, largo y lustroso, los dientes blanquísimos; pero todo ello no hacía más que resaltar el horrible contraste con sus ojos acuosos, que parecían casi del mismo color que las pálidas órbitas en las que se hundían, el rostro arrugado, y los finos y negruzcos labios (...)

(...) A la pálida y amarillenta luz de la luna que se filtraba por entre las contraventanas, vi al engendro, al monstruo miserable que había creado. Tenía levantada la cortina de la cama, y sus ojos, si así podían llamarse, me miraban fijamente. Entreabrió la mandíbula y murmuró unos sonidos ininteligibles, a la vez que una mueca arrugaba sus mejillas. Puede que hablara, pero no lo oí. Tendía hacia mí una mano, como si intentara detenerme, pero esquivándola me precipité escaleras abajo. Me refugié en el patio de la casa, donde permanecí el resto de la noche, paseando arriba y abajo, profundamente agitado, escuchando con atención, temiendo cada ruido como si fuera a anunciarme la llegada del cadáver demoníaco al que tan fatalmente había dado vida.

¡Ay!, Ningún mortal podría soportar el horror que inspiraba aquel rostro. Ni una momia reanimada podría ser tan espantosa como aquel engendro. Lo había observado cuando aún estaba incompleto, y ya entonces era repugnante; pero cuando sus músculos y articulaciones tuvieron movimiento, se convirtió en algo que ni siquiera Dante hubiera podido concebir.(...)

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

El ser humano perfecto debe conservar siempre la calma y la paz de espíritu y no permitir jamás que la pasión o el deseo fugaz turben su tranquilidad

" El ser humano perfecto debe conservar siempre la calma y la paz de espíritu y no permitir jamás que la pasión o el deseo fugaz turben su tranquilidad. No creo que la búsqueda del saber sea una excepción. Si el estudio al que te consagras tiende a debilitar tu afecto y a destruir esos placeres sencillos en los cuales no debe intervenir aleación alguna, entonces ese estudio es inevitablemente negativo, es decir, impropio de la mente humana. Si se acatara siempre esta regla, si nadie permitiera que nada en absoluto empañara su felicidad doméstica, Grecia no se habría esclavizado, César habría protegido a su país, América se habría descubierto más pausadamente y no se hubieran destruido los imperios de México y Perú."

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo.

" (...) Nadie puede concebir la variedad de sentimientos que, en el primer entusiasmo por el éxito, me espoleaban como un huracán. La vida y la muerte me parecían fronteras imaginarias que yo rompería el primero, con el fin de desparramar después un torrente de luz por nuestro tenebroso mundo. Una nueva especie me bendeciría como a su creador, muchos seres felices y maravillosos me deberían su existencia. Ningún padre podía reclamar tan completamente la gratitud de sus hijos como yo merecería la de éstos. Prosiguiendo estas reflexiones, pensé que, si podía infundir vida a la materia inerte, quizá, con el tiempo (aunque ahora lo creyera imposible), pudiese devolver la vida a aquellos cuerpos que, aparentemente, la muerte había entregado a la corrupción.

Estos pensamientos me animaban, mientras proseguía mi trabajo con infatigable entusiasmo. El estudio había empalidecido mi rostro, y el constante encierro me había demacrado. A veces fracasaba al borde mismo del éxito, pero seguía aferrado a la esperanza que podía convertirse en realidad al día o a la hora siguiente. El secreto del cual yo era el único poseedor era la ilusión a la que había consagrado mi vida. La luna iluminaba mis esfuer zos nocturnos mientras yo, con infatigable y apasionado ardor, perseguía a la naturaleza hasta sus más íntimos arcanos. ¿Quién puede concebir los horrores de mi encubierta tarea, hurgando en la húmeda oscuridad de las tumbas o atormentando a algún animal vivo para intentar animar el barro inerte? Ahora me tiemblan los miembros con sólo recordarlo; entonces me espoleaba un impulso irresistible y casi frenético. Parecía haber perdido el sentimiento y sentido de todo, salvo de mi objetivo final. No fue más que un período de tránsito, que incluso agudizó mi sensibilidad cuando, al dejar de operar el estímulo innatural, hube vuelto a mis antiguas costumbres. Recogía huesos de los osarios, y violaba, con dedos sacrílegos, los tremendos secretos de la naturaleza humana. Había instalado mi taller de inmunda creación en un cuarto solitario, o mejor dicho, en una celda, en la parte más alta de la casa, separada de las restantes habitaciones por una galería y un tramo de escaleras. Los ojos casi se me salían de las órbitas de tanto observar los detalles de mi labor. La mayor, parte de los materiales me los proporcionaban la sala de disección, y el matadero. A menudo me sentía asqueado con mi trabajo; pero, impelido por una incitación que aumentaba constantemente, iba ultimando mi tarea."

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

A menudo me preguntaba de dónde vendría el principio de la vida.

" A menudo me preguntaba de dónde vendría el principio de la vida. Era una, pregunta osada, ya que siempre se ha considerado un misterio. Sin embargo, ¡cuántas cosas estamos a punto de descubrir si la cobardía y la dejadez no entorpecieran nuestra curiosidad! Reflexionaba mucho sobre todo ello, y había decidido dedicarme preferentemente a aquellas ramas de la filosofía natural vinculadas a la fisiología. De no haberme visto animado por un entusiasmo casi sobrehumano, esta clase de estudios me hubieran resultado tediosos y casi intolerables. Para examinar los orígenes de la vida debemos primero conocer la muerte. Me familiaricé con la anatomía, pero esto no era suficiente. Tuve también que observar la descomposición natural y la corrupción del cuerpo humano. Al educarme, mi padre se había esforzado para que no me atemorizaran los horrores sobrenaturales. No recuerdo haber temblado ante relatos de supersticiones o temido la aparición de espíritus. La oscuridad no me afectaba la imaginación, y los cementerios no eran para mí otra cosa que el lugar donde yacían los cuerpos desprovistos de vida, que tras poseer fuerza y belleza ahora eran pasto de los gusanos. Ahora me veía obligado a investigar el curso y el proceso de esta descomposición y a pasar días y noches en osarios y panteones. Los objetos que más repugnan a la delicadeza de los sentimientos humanos atraían toda mi atención. Vi cómo se marchitaba y acababa por perderse la belleza; cómo la corrupción de la muerte reemplazaba la mejilla encendida; cómo los prodigios del ojo y del cerebro eran la herencia del gusano. Me detuve a examinar v analizar todas las minucias que componen el origen, demostradas en la transformación de lo vivo en lo muerto y de lo muerto en lo vivo. De pronto, una luz surgió de entre estas tinieblas; una luz tan brillante y asombrosa, y a la vez tan sencilla, que, si bien me cegaba con las perspectivas que abría, me sorprendió que fuera yo, de entre todos los genios que habían dedicado sus esfuerzos a la misma ciencia, el destinado a descubrir tan extraordinario secreto. (...)

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

Pero la amargura del dolor no comienza hasta que el transcurso del tiempo demuestra la realidad de la pérdida

" Murió dulcemente; y su rostro aun en la muerte reflejaba su cariño. No necesito describir los sentimientos de aquellos cuyos lazos más queridos se ven rotos por el más irreparable de los males, el vacío que inunda el alma y la desesperación que embarga el rostro. Pasa tanto tiempo antes de que uno se pueda persuadir de que aquella a quien veíamos cada día, y cuya existencia misma formaba parte de la nuestra, ya no está con nosotros; que se ha extinguido la viveza de sus amados ojos y que su voz tan dulce y familiar se ha apagado para siempre. Estos son los pensamientos de los primeros días. Pero la amargura del dolor no comienza hasta que el transcurso del tiempo demuestra la realidad de la pérdida. ¿Pero a quién no le ha robado esa desconsiderada mano algún ser querido? ¿Por qué, pues, había de describir el dolor que todos han sentido y deberán sentir? Con el tiempo llega el momento en el que el sufrimiento es más una costumbre que una necesidad y, aunque parezca un sacrilegio, ya no se reprime la sonrisa que asoma a los labios. Mi madre había muerto, pero nosotros aún teníamos obligaciones que cumplir; debíamos continuar nuestro camino junto a los demás y considerarnos afortunados mientras quedara a salvo al menos uno de nosotros."

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

viernes, 11 de abril de 2014

¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los perversos?


"(…) ¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los perversos? (…)

 

(…) La fascinación que ejerce sobre nosotros la perversión tiene que ver precisamente con el hecho que puede ser tanto sublime como abyecta. Sublime cuando se manifiesta en rebeldes de carácter prometeico, que se niegan a someterse a la ley de los hombres, a costa de su propia exclusión, y abyecta cuando deviene, como en el ejercicio de las dictaduras más feroces, la expresión soberana de una fría destrucción de todo vínculo genealógico.

 

Ya se goce del mal o pasión del soberano bien, la perversión es intrínseca de la especia humana: el mundo animal se halla excluido de ella, al igual que lo está del crimen. No sólo constituye un hecho human, presente en todas las culturas, sino que supone la existencia previa del habla, del lenguaje, del arte, e incluso de un discurso sobre el arte y sobre el sexo (…)

 

(…) Dicho de otro modo, la perversión sólo existe como desarraigo del ser respecto de la naturaleza. Y por consiguiente, a través de la palabra del sujeto, no hace sino imitar al mundo natural del que se ha extirpado con el fin de parodiarlo mejor. Tal es la razón de que el discurso del perverso se apoye siempre en un maniqueísmo que parece excluir la parte de sombra a la que no obstante debe su existencia. Absoluto del bien o locura del mal, vicio o virtud, condena o salvación: tal es el universo cerrado por el que el perverso circula con deleite, fascinado por la idea de poder liberarse del tiempo y de la muerte (…)

 

(…) Como el lector habrá comprendido, la perversión constituye un fenómeno sexual, político, social, psíquico, transhistórico, estructural, presente en todas las sociedades humanas. Todas las culturas comparten elementos coherentes –prohibición del incesto, delimitación de la demencia, designación de lo monstruoso o de lo anormal- y, naturalmente, la perversión tiene su lugar en esa combinatoria. Sin embargo, por su estatus psíquico, que remite a la esencia de una escisión, constituye asimismo una necesidad social. Preserva la norma sin dejar de asegurar a la especia humana la permanencia de sus placeres y de sus transgresiones ¿Qué haríamos sin Sade, Mishima, Jean Genet, Pasolini, Hitchcock y tantos otros, que nos legaron las obras más refinadas que quepa imaginar? ¿Qué haríamos si ya no nos fuese posible designar como chivos expiatorios –es decir, perversos- a aquellos que aceptan traducir mediante sus extraños actos las tendencias inconfesables que nos habitan y que reprimimos?

 

Aunque los perversos resulten sublimes cuando se vuelven hacia el arte, la creación o la mística, o abyectos cuando se entregan a sus pulsiones asesinas, constituyen una parte de nosotros mismos, una parte de nuestra humanidad, pues exhiben lo que nosotros no dejamos de ocultar: nuestra propia negatividad, nuestro lado oscuros.

Fragmento de "Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos" de Élisabeth Roudinesco.

 

jueves, 10 de abril de 2014

Una vez decidí que el recuerdo de estos males moriría conmigo...

" Una vez decidí que el recuerdo de estos males moriría conmigo, pero usted me ha inducido a cambiar mis propósitos. Busca usted el conocimiento y la sabiduría, como me sucedió a mí antaño; deseo con fervor que el fruto de sus ansias no se convierta para usted en una serpiente que le muerda, como me ocurrió a mí. No creo que el relato de mis desventuras le sea útil, pero, si quiere, escuche mi historia. Pienso que los extraños sucesos a ella vinculados pueden proporcionarle una visión de la naturaleza humana que amplíe sus facultades y conocimientos, y le descubrirá poderes y sucesos que usted ha estado acostumbrado a creer imposibles. Pero no dudo de que a lo largo de mi relato se pruebe la evidencia interna de la veracidad de los sucesos que lo componen."

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

Nunca había conocido a nadie más interesante.

" Nunca había conocido a nadie más interesante. Suele tener una expresión exaltada, como de locura, en la mirada. Pero hay momentos en los que, si alguien le demuestra alguna atención o le presta el más mínimo servicio, se le ilumina la faz con una benevolencia y ternura que no he visto en otro hombre. Mas por lo general está melancólico y resignado; a veces aprieta los dientes, como si se impacientara con el peso de los males que lo afligen."

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

El arte de la guerra ésta basado en el engaño...

(...) "El arte  de  la  guerra  está  basado  en  el  engaño",  "Cuando  seas  capaz,  finge  incapacidad;  activo,  pasividad;  próximo,  haz  creer  que  estás  lejos;  alejado,  que  estás  cerca"35.  El  verdadero  estratega,  en  su  máximo  nivel,  gana  combatiendo  la  estrategia  del  enemigo,  y  si  es  todavía  más  genial  le  gana  sin  siquiera  desarrollar  un  combate (...) "

Sun-Tzu en "El arte de la guerra