domingo, 19 de octubre de 2014

¿Existe alguna diferencia sustancial entre un simulacro hecho de humo, espejos y sombras —o sea, el pasado real— y otro simulacro semejante, o sea, el futuro real?

" • Exposición: los procedimientos del pasado real y del pasado virtual pueden ilustrarse con un acontecimiento tan presente en la memoria colectiva como es el hundimiento del Titanic. El desastre, tal y como ocurrió en realidad, va cayendo en el olvido a medida que los testigos oculares mueren uno tras otro, los documentos se deterioran y los restos del naufragio se desintegran en su tumba atlántica. En cambio, el hundimiento virtual del Titanic, fruto de testimonios modificados, artículos periodísticos, rumores, fantasías —en suma, fruto de la creencia popular— se torna cada vez más «verdadero». El pasado real es frágil y quebradizo, cada vez se vuelve más oscuro y cada vez cuesta más captarlo y reconstruirlo; el pasado virtual, por el contrario, es maleable, está cada vez más claro y cada vez se hace más difícil sortearlo y denunciar que se trata de un fraude.El presente se sirve del pasado virtual para otorgar credibilidad a sus mitologías y legitimar las imposiciones del poder. El poder aspira a arrogarse el derecho de moldear el pasado virtual. (El que paga al historiador es el que marca el paso).
Simétricamente, también existe un futuro real y un futuro virtual. Nos imaginamos cómo será la semana que viene, el año que viene o el 2225: un futuro virtual, hecho de deseos, profecías y ensueños. Este futuro virtual puede influir en el futuro real, como ocurre con las profecías que acarrean su propio cumplimiento, pero el futuro real eclipsará el virtual exactamente igual que el mañana eclipsa el hoy. Como en la isla de Utopía, el futuro real y el pasado real sólo existen en un horizonte brumoso y remoto, donde no sirven de nada.Pregunta: ¿Existe alguna diferencia sustancial entre un simulacro hecho de humo, espejos y sombras —o sea, el pasado real— y otro simulacro semejante, o sea, el futuro real?
Un modelo temporal: una matriosca infinita de instantes pintados; cada «muñequita» (el presente) está encerrada dentro de una serie de muñequitas (los presentes anteriores) que yo llamo pasado real, pero que todos percibimos como pasado virtual. Al mismo tiempo, la muñeca del «ahora» contiene una serie de presentes aún por venir, que yo llamo el futuro real, pero que nosotros percibimos como futuro virtual.
Conclusión: estoy enamorado de Luisa Rey.
Salta el detonador. Se enciende el explosivo. Una bola de fuego envuelve el avión. Los componentes metálicos del aparato, el plástico, los circuitos, los pasajeros, sus huesos, sus ropas, sus libretas, sus cerebros, todo se derrite entre llamas que superan los 1200° C. Lo increado y lo extinto existe solamente en nuestros pasados reales y virtuales. Ahora dará comienzo la bifurcación de ambos pasados."

Fragmento de "El Atlas de las Nubes" de David Mitchell

"... lo que nos condena a engrosar las filas de los Muertos Vivientes o, por el contrario, nos concede la salvación, no son los años, sino la actitud"

" La edad madura ya ha pasado, pero lo que nos condena a engrosar las filas de los Muertos Vivientes o, por el contrario, nos concede la salvación, no son los años, sino la actitud. También en el reino de los jóvenes habitan muchas almas muertas en vida. Se mueven tan rápido que consiguen ocultar su putrefacción interior décadas, pero nada más. Por la ventana veo caer gruesos copos de nieve sobre los tejados de pizarra y los muros de granito. Como Solzhenitsin quemándose las pestañas en Nueva York, trabajaré cual hormiguita en el exilio, lejos de la ciudad que me vio nacer.
como él, yo también volveré, un atardecer luminoso."

" Fragmento de "El Atlas de las Nubes" de David Mitchell

martes, 14 de octubre de 2014

... Pise usted un ratón y aplastará las pirámides. Pise un ratón y dejará su huella, como un abismo en la eternidad.

"¿Qué pasa con los zorros que necesitan esos ratones para sobrevivir? Por falta de diez ratones muere un zorro. Por falta de diez zorros, un león muere de hambre. Por falta de un león, especies enteras de insectos, buitres, infinitos billones de formas de vida son arrojadas al caos y la destrucción. Al final todo se reduce a esto: cincuenta y nueve millones de años más tarde, un hombre de las cavernas, uno de la única docena que hay en todo el mundo, sale a cazar un jabalí o un tigre para alimentarse. Pero usted, amigo, ha aplastado con el pie a todos los tigres de esa zona al haber pisado un ratón. Así que el hombre de las cavernas se muere de hambre. Y el hombre de las cavernas, no lo olvide, no es un hombre que pueda desperdiciarse, ¡no! Es toda una futura nación. De él nacerán diez hijos. De ellos nacerán cien hijos, y así hasta llegar a nuestros días. Destruya usted a este hombre, y destruye usted una raza, un pueblo, toda una historia viviente. Es como asesinar a uno de los nietos de Adán. El pie que ha puesto usted sobre el ratón desencadenará así un terremoto, y sus efectos sacudirán nuestra tierra y nuestros destinos a través del tiempo, hasta sus raíces. Con la muerte de ese hombre de las cavernas, un billón de otros hombres no saldrán nunca de la matriz. Quizás Roma no se alce nunca sobre las siete colinas. Quizá Europa sea para siempre un bosque oscuro, y sólo crezca Asia saludable y prolífica. Pise usted un ratón y aplastará las pirámides. Pise un ratón y dejará su huella, como un abismo en la eternidad. La reina Isabel no nacerá nunca, Washington no cruzará el Delaware, nunca habrá un país llamado Estados Unidos. Tenga cuidado. No se salga del Sendero. ¡Nunca pise afuera!"

Extracto del cuento "Safari en el Tiempo, SA" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

... todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo.

" Era como el sonido de una gigantesca hoguera donde ardía el tiempo, todos los años y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en llamas. El roce de una mano, y este fuego se volvería maravillosamente, y en un instante, sobre sí mismo. Eckels recordó las palabras de los anuncios en la carta. De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se pondrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo. Bastará el roce de una mano, el más leve roce de una mano."

Extracto del cuento "Safari en el Tiempo, SA" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

... cuando una recuerda toda una vida, parece que recordase menos las caras que las manos, y lo que ellas hicieron

" La tercera mujer suspiró. Bordó una rosa, una hoja, una margarita en un campo verde. La aguja de bordar se alzaba y desaparecía.
La segunda mujer estaba trabajando en el más fino, el más delicado bordado de los tres, dando hábiles puntadas, lanzando la aguja por innumerables caminos. Su rápida y negra mirada acompañaba todos los movimientos. Una flor, un hombre, un camino, un sol, una casa; la escena crecía bajo su mano; una belleza en miniatura, perfecta en todos los hilados detalles.
—En momentos como éste parecería que una vuelve siempre a sus manos —dijo, y las otras asintieron de modo que las mecedoras se mecieron otra vez.
—Se me ocurre —dijo la primera mujer— que nuestras almas están en nuestras manos. Pues hacemos con ellas todas las cosas. A veces pienso que no las usamos bastante. Por lo menos es cierto que no usamos nuestras cabezas.
Todas miraron con más atención lo que hacían las manos.
—Sí —dijo la tercera—, cuando una recuerda toda una vida, parece que recordase menos las caras que las manos, y lo que ellas hicieron."

Extracto del cuento "Bordado" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

... maté el televisor, esa bestia insidiosa, esa Medusa, que petrifica a un billón de personas todas las noches con una fija mirada, esa sirena que llama y canta y promete tanto, y da, al fin y al cabo, tan poco

"—¿Recuerda aquella canción de Gilbert y Sullivan, «Lo he anotado en mi lista, y jamás lo olvidaré»? Me pasé la noche anotando quejas. A la mañana siguiente me compré una pistola. Me embarré los zapatos a propósito. Me planté ante la puerta de calle. La puerta chilló: "¡Pies sucios, pies embarrados! ¡Límpiese los pies! ¡Por favor sea aseado!" Le disparé un tiro por el ojo de la cerradura. Corrí a la cocina, donde el horno lloriqueaba: "¡Apáguenme!" En medio de una tortilla mecánica, enmudecí la cocina. O cómo siseó y gritó: "¡Un corto circuito!"
Entonces sonó el teléfono, como un murciélago. Lo eché en el sumidero mecánico. Debo declarar aquí que no tengo nada contra el sumidero. Lo siento por él, un dispositivo útil sin duda, que nunca dice una palabra, ronronea como un león somnoliento la mayor parte del tiempo, y digiere nuestros restos. Lo arreglaré. Luego fui y maté el televisor, esa bestia insidiosa, esa Medusa, que petrifica a un billón de personas todas las noches con una fija mirada, esa sirena que llama y canta y promete tanto, y da, al fin y al cabo, tan poco, y yo mismo siempre volviendo a él, volviendo y esperando, hasta que... ¡pum! Como un pavo sin cabeza, mi mujer salió chillando a la calle. Vino la policía. ¡Y aquí estoy!"

Extracto del cuento "El asesino" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

... El viento hará hermosa a la cometa y la llevará a maravillosas alturas. Y la cometa quebrará la uniformidad de la existencia del viento y le dará sentido. Uno no es nada sin el otro. Juntos todo es cooperación y una larga y prolongada vida.

"—Llevadnos a la luz del sol —dijo la voz.
Transportaron a los viejos bajo el sol y sobre una pequeña loma. Unos pocos niños flacos remontaban cometas en la brisa de los últimos días de verano, cometas del color del sol, las ranas y las hierbas, el color del mar y el color de las monedas y el trigo.
La hija del primer mandarín estaba junto a la cama de su padre.
—Mirad —dijo.
—No hay más que cometas —dijeron los dos viejos.
—Pero que es una cometa en el suelo —dijo ella—, nada. ¿Qué necesita para sostenerse y ser hermosa y verdaderamente espiritual?
—¡El viento, por supuesto! —dijeron los otros.
—¿Y que necesitan el cielo y el viento para ser hermosos?
—Una cometa, por supuesto..., muchas cometas para quebrar la monotonía, la uniformidad del cielo.¡Cometas de colores, que vuelen!.
—Sí —dijo la hija del mandarín—. Tú, Kwan-Si, cambiarás por última vez tu ciudad para que parezca nada más ni menos que el viento. Y nosotros tomaremos la forma de una cometa dorada. El viento hará hermosa a la cometa y la llevará a maravillosas alturas. Y la cometa quebrará la uniformidad de la existencia del viento y le dará sentido. Uno no es nada sin el otro. Juntos todo es cooperación y una larga y prolongada vida.
Los dos mandarines se sintieron tan contentos que comieron por primera vez después de muchos días. Recobraron las fuerzas, se abrazaron y se elogiaron uno a otro, llamando a la hija del mandarín un muchacho, un hombre, una columna de piedra, un guerrero y un verdadero e inolvidable hijo. Casi inmediatamente se separaron a sus ciudades llamando y cantando, débiles pero felices.
Pasó el tiempo y las ciudades se llamaron Ciudad de la Cometa Dorada y la Ciudad del Viento Plateado. Y se cosecharon las cosechas y se atendieron otra vez los negocios, y todos engordaron, y la enfermedad huyó como un chacal asustado. Y todas las noches del año, los habitantes de la Ciudad de la Cometa podían oír el buen viento que los mantenía en el aire. Y los de la Ciudad del Viento podían oír como la cometa cantaba, susurraba, se elevaba y los embellecía.
—Así sea. —dijo el mandarín junto a la cortina de seda."

Extracto del cuento "La dorada cometa, el plateado viento" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

... maté el televisor, esa bestia insidiosa, esa Medusa, que petrifica a un billón de personas todas las noches con una fija mirada, esa sirena que llama y canta y promete tanto, y da, al fin y al cabo, tan poco

"—¿Recuerda aquella canción de Gilbert y Sullivan, «Lo he anotado en mi lista, y jamás lo olvidaré»? Me pasé la noche anotando quejas. A la mañana siguiente me compré una pistola. Me embarré los zapatos a propósito. Me planté ante la puerta de calle. La puerta chilló: "¡Pies sucios, pies embarrados! ¡Límpiese los pies! ¡Por favor sea aseado!" Le disparé un tiro por el ojo de la cerradura. Corrí a la cocina, donde el horno lloriqueaba: "¡Apáguenme!" En medio de una tortilla mecánica, enmudecí la cocina. O cómo siseó y gritó: "¡Un corto circuito!"
Entonces sonó el teléfono, como un murciélago. Lo eché en el sumidero mecánico. Debo declarar aquí que no tengo nada contra el sumidero. Lo siento por él, un dispositivo útil sin duda, que nunca dice una palabra, ronronea como un león somnoliento la mayor parte del tiempo, y digiere nuestros restos. Lo arreglaré. Luego fui y maté el televisor, esa bestia insidiosa, esa Medusa, que petrifica a un billón de personas todas las noches con una fija mirada, esa sirena que llama y canta y promete tanto, y da, al fin y al cabo, tan poco, y yo mismo siempre volviendo a él, volviendo y esperando, hasta que... ¡pum! Como un pavo sin cabeza, mi mujer salió chillando a la calle. Vino la policía. ¡Y aquí estoy!"

Extracto del cuento "El asesino" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

... aquella noche hice planes para asesinar la casa

—Señor Brock, ¿puedo sugerirle que su conducta hasta ese momento no había sido muy... práctica? Si no le gustaban las radios de transistores, o las radios de oficina, o las radios de auto, ¿por qué no se unió a alguna asociación de enemigos de la radio, firmó petitorios, o luchó por normas legales y constitucionales? Al fin y al cabo, estamos en una democracia.
—Y yo —dijo Brock— estoy en lo que se llama una minoría. Me uní a asociaciones, firmé petitorios, llevé el asunto a la justicia. Protesté todos los años. Todos se rieron. Todos amaban las radios y los anuncios. Yo estaba fuera de lugar.
—Entonces tenía que haberse conducido como un buen soldado, ¿no le parece? La mayoría manda.
—Pero han ido demasiado lejos. Si un poco de música y "mantenerse en contacto" es agradable, piensan que mucha música y mucho "contacto" será diez veces más agradable. ¡Me volvieron loco! Llegué a casa y encontré a mi mujer histérica. ¿Por qué? Porque había perdido todo contacto conmigo durante medio día. ¿Recuerda que bailé sobre mi radio pulsera? Bueno, aquella noche hice planes para asesinar la casa.

Extracto del cuento "El asesino" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

Me paseé en el auto disfrutando del silencio. Es la franela más blanda y suave del mundo. El silencio. Una hora entera de silencio. Yo paseaba en el coche, sonriendo, sintiendo aquella franela en mis oídos. ¡Me emborraché de libertad!

" —¡Muy bien! Al mediodía se me ocurrió cerrar la radio pulsera en la calle. Una voz aguda me gritaba: "Encuesta popular número nueve. ¿Qué almuerza usted?" En ese mismo momento, ¡se acabó la radio pulsera!
—¿Se sintió mejor aún, eh?
—¡Cada vez mejor! —Brock se frotó las manos—. ¿Por qué no iniciar, pensé, una revolución solitaria, liberando al hombre de ciertas "conveniencias"? "¿Conveniente para quién?" grité. Conveniente para los amigos. "Eh, Al, te llamo desde el bar de Green Hills. Acabo de abrir una botella de whisky, Al. Hermoso día. Ahora estoy tomando unos tragos. ¡Pensé que te gustaría saberlo, Al!" Conveniente para mi oficina, de modo que cuando ando trabajando en mi coche, la radio no pierde el contacto conmigo. ¡Contacto! Palabra tímida. Contacto, demonios. ¡Estrujamiento. Manoseo, mejor. Aporreo y masajeo. Uno no puede dejar el coche sin avisar: "Me he detenido en la estación de gasolina para ir al cuarto de baño." "Muy bien, Brock, ¡rápido!" "Brock, ¿por qué tarda tanto?" "Lo siento, señor." "Que no se repita, Brock." "¡No, señor!" ¿Sabe usted que hice, doctor? Compré un cuarto kilo de helado de chocolate y lo eché en el transmisor de radio del coche.
—¿Tuvo alguna razón especial para echar en el aparato helado de chocolate?
Brock pensó un momento y sonrió.
—Es mi helado favorito.
—Ah —dijo el doctor.
—Pensé, demonios, lo que es bueno para mí es bueno también para el transmisor.
—¿Y por qué echar helado en la radio?
—Hacía calor.
El doctor calló un momento.
—¿Y qué vino luego?
—Luego vino el silencio. Dios, era hermoso. Aquella radio del auto cocleando todo el día. Brock, venga aquí, Brock, vaya allá, Brock, llame, Brock, escuche, muy bien, Brock, hora de almorzar, Brock, ha terminado el almuerzo, Brock, Brock, Brock, Brock. Bueno, aquel silencio fue como si me hubiese echado helado en las orejas.
—Parece que le gusta mucho el helado.
—Me paseé en el auto disfrutando del silencio. Es la franela más blanda y suave del mundo. El silencio. Una hora entera de silencio. Yo paseaba en el coche, sonriendo, sintiendo aquella franela en mis oídos. ¡Me emborraché de libertad!
—Continúe.
—Entonces se me ocurrió lo de la máquina portátil de diatermia. Alquilé una, y aquella noche subí con ella al ómnibus que me llevaría a casa.
Todos los viajeros hablaban con sus mujeres por la radio pulsera diciendo: "Ahora estoy en la calle Cuarenta y tres, ahora en la Cuarenta y cuatro, aquí estoy en la Cuarenta y nueve, ahora doblamos en la Sesenta y una." Un marido maldecía: "Bueno, sal de ese bar, maldita sea y vete a casa a preparar la cena. ¡Estoy en la Setenta!" Y una radio de transistores tocaba Cuentos de los bosques de Viena, y un canario cantaba una canción acerca de una sopa de cereales. En ese momento ¡encendí mi aparato de diatermia! ¡Estática! ¡Interferencia! Todas las mujeres separadas de los maridos que habían acabado una dura jornada en la oficina. ¡Todos los maridos separados de sus mujeres que acababan de ver cómo sus chicos rompían una ventana! Talé los Bosques De Viena. El canario se atragantó. ¡Silencio! Un terrible, inesperado silencio. Los pasajeros del ómnibus tuvieron que afrontar la posibilidad de conversar entre ellos. ¡El pánico! ¡Un pánico puro y animal!"

Extracto del cuento "El asesino" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

La fruta en el fondo del tazón

" William Acton se incorporó. El reloj sobre la chimenea dio las doce de la noche.
Se miró las manos y miró el cuarto a su alrededor y miró al hombre que yacía en el piso. William Acton, cuyos dedos habían apretado teclas de máquinas de escribir y hecho el amor y freído jamón con huevos en tempranos desayunos, había ahora cometido un crimen con los mismos dedos verticilados.
Nunca había pensado en ser escultor, y sin embargo, en este momento, mirando entre sus manos el cuerpo tendido en el pulido piso de madera, advirtió que apretando, retorciendo, remodelando de algún modo la arcilla humana, había transformado a este hombre llamado Donald Huxley, le había cambiado la cara, y hasta la forma del cuerpo.
Con un leve movimiento de los dedos había borrado el particular brillo de los ojos grises de Huxley, y lo había reemplazado con la ciega opacidad de un ojo helado en su órbita. Los labios, siempre rosados y sensuales, se habían levantado para mostrar los dientes equinos, los incisivos amarillos, los caninos manchados de nicotina, los molares con incrustaciones de oro. La nariz, antes también rosada, era ahora veteada, pálida, descolorida, como las orejas. Las manos de Huxley, sobre el piso, estaban abiertas, y por primera vez suplicaban y no exigían.
Si, era una obra de arte. En conjunto, el cambio había favorecido a Huxley. La muerte lo había transformado en un hombre más tratable. Ahora uno podía hablar con él, y él tenía que escuchar."

Extracto del cuento "La fruta en el fondo del tazón" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

Estar en este cuerpo, esta cabeza, era como calentarse en una estufa, vivir en el ronroneo de un gato dormido, dejarse llevar por las tibias aguas de un arroyo que corría de noche hacia el mar.

Era un buen cuerpo, el cuerpo de la muchacha. Tenía huesos del más fino y delicado marfil, envueltos redondamente en carne. El cerebro era como una pálida rosa té, que colgaba en la oscuridad, y había un aroma de manzanas en la boca. Los labios se apoyaban firmemente en los blancos, blancos dientes, y las cejas se arqueaban nítidamente ante el mundo, y el pelo caía hermoso y suave en la nuca de leche. Los poros se apretaban diminutos y cerrados. La nariz apuntaba a la luna y las mejillas brillaban con pequeños fuegos. El cuerpo se movía con el equilibrio de una pluma y parecía como si siempre se cantase a sí mismo. Estar en este cuerpo, esta cabeza, era como calentarse en una estufa, vivir en el ronroneo de un gato dormido, dejarse llevar por las tibias aguas de un arroyo que corría de noche hacia el mar.

Extracto del cuento "La bruja de abril" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

Ha comprendido que en este mundo no se puede amar demasiado.

—Se ha ido —dijo McDunn—. Se ha ido a los abismos. Ha comprendido que en este mundo no se puede amar demasiado. Se ha ido a los más abismales de los abismos a esperar otro millón de años. Ah, ¡pobre criatura! Esperando allá, esperando y esperando mientras el hombre viene y va por este lastimoso y mínimo planeta. Esperando y esperando.
Sentado en mi coche, no podía ver el faro o la luz que barría la bahía Solitaria. Sólo oía la sirena, la sirena, la sirena, y sonaba como el llamado del monstruo.
Me quedé así, inmóvil, deseando poder decir algo.

Extracto del cuento "La sirena" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury