miércoles, 30 de noviembre de 2011

La Mecánica del Corazón (I)



Nieva sobre Edimburgo el 16 de abril de 1874. Un frío gélido azota la ciudad. Los viejos especulan que podría tratarse del día más frío de la historia. Diríase que el sol ha desaparecido para siempre. El viento es cortante; los copos de nieve son más ligeros que el aire.

¡blanco! ¡blanco! ¡blanco!

Explosión sorda. No se ve más que eso. Las casas parecen locomotoras de vapor, sus chimeneas desprenden un humo grisáceo que hace crepitar el cielo de acero. Las pequeñas callejuelas de Edimburgo se metamorfosean. Las fuentes se transforman en jarrones helados que sujetan ramilletes de hielo. El viejo río se ha disfrazado de lago de azúcar glaseado y se extiende hasta el mar. Las olas resuenan como cristales rotos. La escarcha cae cubriendo de lentejuelas a los gatos. Los árboles parecen grandes hadas que visten camisón blanco, estiran sus ramas, bostezan a la luna y observan cómo derrapan los coches de caballos sobre los adoquines. El frío es tan intenso que los pájaros se congelan en pleno vuelo antes de caer estrellados contra el suelo. El sonido que emiten al fallecer es dulce, a pesar de que se trata del ruido de la muerte.

Es el día más frío de la historia. Y hoy es el día de mi nacimiento.

Fragmento de "La Mecánica del Corazón" de Mathias Malzieu.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Adiós al mar


Y qué va a hacer sin mí mañana

El mar dormido

A quién va a susurrar sin que nadie se entere

Sus vanos devaneos soñolientos

Para esperar a quién

Se querrá levantar temprano ahora

Ah por nada del mundo yo quisiera

Dejarle allí esperándome

No merece quedarse así tan solo

Sin meta sin razón sin cumplimiento

No puede ser que se quede frustrado

Algo que es tan visible

Que tiene que existir en este mundo

No puede ser que yo no vuelva

Como si al mar le hiciera tanta falta

Y yo le hubiera dado mi palabra.


Del poeta Tomás Segovia

viernes, 4 de noviembre de 2011

Pérdida y luto


(..) Existe la pérdida, como todos sabemos, pero también existe el efecto transformador de la pérdida, y éste último no puede ser trazado o planificado. Uno puede tratar de escogerlo, pero puede ser que esta experiencia de transformación desconstituya tal elección en algún grado. (…)

(…)Algo te atrapa: ¿de dónde viene?, ¿qué sentido tiene?, ¿qué nos demanda en esos momentos de manera tal que no podemos ser los dueños de nuestras vidas?, ¿a qué estamos atados?, ¿qué nos aprisiona? Freud (1917) nos recordaba que cuando perdemos a alguien, no siempre sabemos qué es lo que hay en  esa persona que se ha perdido. De modo que cuando uno experimenta una pérdida, también se enfrenta con algo enigmático: algo se esconde en la pérdida, algo se ha perdido entre los escondrijos de la pérdida. Si el luto involucra saber qué es lo que uno ha perdido (y la melancolía originalmente significaba, en cierta medida, no saber), entonces el luto se mantendría por su dimensión enigmática, por la experiencia de no saber, se mantendría incitada por la pérdida de lo que uno no puede conocer completamente. (…)

Judith Butler, fragmento de "Violencia, luto y política" Traducción: Edison Hurtado y Lola Pérez,  Universidad de California en Berkeley.

Violencia, luto y política

La pregunta que me preocupa a la luz de la reciente violencia mundial es, ¿quién cuenta como humano?, ¿las vidas de quién cuentan como vidas? y, finalmente, ¿qué hace que una vida sea digna de llorarse? A pesar de nuestras diferencias de ubicación e historia, mi presunción es que es posible apelar a un "nosotros", ya que todos tenemos una noción de lo que es haber perdido a alguien. La pérdida ha formado un tenue "nosotros" a partir de nosotros mismos. Y si hemos perdido es porque hemos tenido, porque hemos deseado y amado, por-que hemos luchado para encontrar las condiciones para nuestro deseo. En décadas recientes, todos hemos perdido a personas a causa del SIDA, pero hay otras pérdidas que nos infligen, que se deben a enfermedades y al conflicto global; también está el hecho de que las mujeres y las minorías, incluyendo las minorías sexuales, están, como una comunidad, sujetas a violencia y expuestas a su posibilidad, sino a su realización. Esto significa que cada uno de nosotros está constituido políticamente, en parte, en virtud de la vulnerabilidad social de nuestros cuerpos –como un sitio de deseo y vulnerabilidad física, como sitio de una publicidad a la vez asertiva y expuesta. Pérdida y vulnerabilidad parecen ser el resultado de nuestros cuerpos socialmente constituidos, cuerpos vinculados a otros, corriendo el riesgo de perder esos vínculos, cuerpos expuestos a otros, corriendo el riesgo de la violencia por el solo hecho de esa exposición.

Judith Butler, fragmento de "Violencia, luto y política" Traducción: Edison Hurtado y Lola Pérez,  Universidad de California en Berkeley.