miércoles, 18 de julio de 2012

La comprensión de la naturaleza de la Mujer Salvaje

La comprensión de la naturaleza de esta Mujer Salvaje no es una religión sino una práctica. Es una psicología en su sentido más auténtico: psukhèlpsych, alma; ology o logos, conocimiento del alma. Sin ella, las mujeres carecen de oídos para entender el habla del alma o percibir el sonido de sus propios ritmos internos. Sin ella, una oscura mano cierra los ojos interiores de las mujeres y buena parte de sus jornadas transcurre en un tedio semiparalizador o en vanas quimeras. Sin ella, las mujeres pierden la seguridad de su equilibrio espiritual. Sin ella, olvidan por qué razón están aquí, se agarran cuando sería mejor que se soltaran. Sin ella, toman demasiado o demasiado poco o nada en absoluto. Sin ella se quedan mudas cuando, en realidad, están ardiendo. Ella es la reguladora, el corazón espiritual, idéntico al corazón humano que regula el cuerpo físico.

Cuando perdemos el contacto con la psique instintiva, vivimos en un estado próximo a la destrucción, y las imágenes y facultades propias de lo femenino
no se pueden desarrollar plenamente. Cuando una mujer se aparta de su fuente básica, queda esterilizada, pierde sus instintos y sus ciclos vitales naturales y
éstos son subsumidos por la cultura o por el intelecto o el ego, ya sea el propio o el de los demás.

La Mujer Salvaje es la salud de todas las mujeres. Sin ella, la psicología femenina carece de sentido. La mujer salvaje es la mujer prototípica; cualquiera que sea la cultura, cualquiera que sea la época, cualquiera que sea la política, ella no cambia. Cambian sus ciclos, cambian sus representaciones simbólicas, pero en esencia ella no cambia. Es lo que es y ella es un todo. Se canaliza a través de las mujeres. Si éstas están aplastadas, ella las empuja hacia arriba. Si las mujeres son libres, ella también lo es. Afortunadamente, cuantas veces la hacen retroceder, ella vuelve a saltar hacia delante. Por mucho que se la prohíba, reprima, constriña, diluya, torture, hostigue y se la tache de insegura, peligrosa, loca y otros epítetos, ella vuelve a aflorar en las mujeres, de tal manera que hasta la mujer más reposada y la más comedida guarda un lugar secreto para ella. Hasta la mujer más reprimida tiene una vida secreta con pensamientos y sentimientos secretos lujuriosos y salvajes, es decir, naturales. Hasta la mujer más cautiva conserva el lugar de su yo salvaje, pues sabe instintivamente que algún día habrá un resquicio, una abertura, una ocasión y ella la aprovechará para huir.

Clarissa Pinkola Estés, "Mujeres que corren con los lobos" ("Cantando sobre los huesos")

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