sábado, 12 de abril de 2014

Pero la amargura del dolor no comienza hasta que el transcurso del tiempo demuestra la realidad de la pérdida

" Murió dulcemente; y su rostro aun en la muerte reflejaba su cariño. No necesito describir los sentimientos de aquellos cuyos lazos más queridos se ven rotos por el más irreparable de los males, el vacío que inunda el alma y la desesperación que embarga el rostro. Pasa tanto tiempo antes de que uno se pueda persuadir de que aquella a quien veíamos cada día, y cuya existencia misma formaba parte de la nuestra, ya no está con nosotros; que se ha extinguido la viveza de sus amados ojos y que su voz tan dulce y familiar se ha apagado para siempre. Estos son los pensamientos de los primeros días. Pero la amargura del dolor no comienza hasta que el transcurso del tiempo demuestra la realidad de la pérdida. ¿Pero a quién no le ha robado esa desconsiderada mano algún ser querido? ¿Por qué, pues, había de describir el dolor que todos han sentido y deberán sentir? Con el tiempo llega el momento en el que el sufrimiento es más una costumbre que una necesidad y, aunque parezca un sacrilegio, ya no se reprime la sonrisa que asoma a los labios. Mi madre había muerto, pero nosotros aún teníamos obligaciones que cumplir; debíamos continuar nuestro camino junto a los demás y considerarnos afortunados mientras quedara a salvo al menos uno de nosotros."

Fragmento de "Frankenstein o el moderno Prometeo" de Mary Shelley

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