viernes, 11 de abril de 2014

¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los perversos?


"(…) ¿Dónde empieza la perversión y quiénes son los perversos? (…)

 

(…) La fascinación que ejerce sobre nosotros la perversión tiene que ver precisamente con el hecho que puede ser tanto sublime como abyecta. Sublime cuando se manifiesta en rebeldes de carácter prometeico, que se niegan a someterse a la ley de los hombres, a costa de su propia exclusión, y abyecta cuando deviene, como en el ejercicio de las dictaduras más feroces, la expresión soberana de una fría destrucción de todo vínculo genealógico.

 

Ya se goce del mal o pasión del soberano bien, la perversión es intrínseca de la especia humana: el mundo animal se halla excluido de ella, al igual que lo está del crimen. No sólo constituye un hecho human, presente en todas las culturas, sino que supone la existencia previa del habla, del lenguaje, del arte, e incluso de un discurso sobre el arte y sobre el sexo (…)

 

(…) Dicho de otro modo, la perversión sólo existe como desarraigo del ser respecto de la naturaleza. Y por consiguiente, a través de la palabra del sujeto, no hace sino imitar al mundo natural del que se ha extirpado con el fin de parodiarlo mejor. Tal es la razón de que el discurso del perverso se apoye siempre en un maniqueísmo que parece excluir la parte de sombra a la que no obstante debe su existencia. Absoluto del bien o locura del mal, vicio o virtud, condena o salvación: tal es el universo cerrado por el que el perverso circula con deleite, fascinado por la idea de poder liberarse del tiempo y de la muerte (…)

 

(…) Como el lector habrá comprendido, la perversión constituye un fenómeno sexual, político, social, psíquico, transhistórico, estructural, presente en todas las sociedades humanas. Todas las culturas comparten elementos coherentes –prohibición del incesto, delimitación de la demencia, designación de lo monstruoso o de lo anormal- y, naturalmente, la perversión tiene su lugar en esa combinatoria. Sin embargo, por su estatus psíquico, que remite a la esencia de una escisión, constituye asimismo una necesidad social. Preserva la norma sin dejar de asegurar a la especia humana la permanencia de sus placeres y de sus transgresiones ¿Qué haríamos sin Sade, Mishima, Jean Genet, Pasolini, Hitchcock y tantos otros, que nos legaron las obras más refinadas que quepa imaginar? ¿Qué haríamos si ya no nos fuese posible designar como chivos expiatorios –es decir, perversos- a aquellos que aceptan traducir mediante sus extraños actos las tendencias inconfesables que nos habitan y que reprimimos?

 

Aunque los perversos resulten sublimes cuando se vuelven hacia el arte, la creación o la mística, o abyectos cuando se entregan a sus pulsiones asesinas, constituyen una parte de nosotros mismos, una parte de nuestra humanidad, pues exhiben lo que nosotros no dejamos de ocultar: nuestra propia negatividad, nuestro lado oscuros.

Fragmento de "Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos" de Élisabeth Roudinesco.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario