miércoles, 17 de octubre de 2012

La Muerte en la Casa del Amor

En buena parte de la cultura occidental el carácter original de la naturaleza de la Muerte se ha envuelto en distintos dogmas y doctrinas hasta separarlo de su otra mitad que es la Vida. Nos han enseñado equivocadamente a aceptar una forma rota de uno de los más básicos y profundos aspectos de la naturaleza salvaje. Nos han enseñado que la muerte siempre va seguida de más muerte. Pero no es así, la muerte siempre está incubando nueva vida aunque nuestra existencia haya quedado reducida a los huesos. 

En lugar de ser considerados contrarios, los arquetipos de la Muerte y la Vida tienen que ser vistos como un conjunto, como la izquierda y la derecha de una sola idea. Es cierto que dentro de una sola relación amorosa hay muchos finales. Pero, en algún lugar de los delicados estratos del ser que se crea cuando dos personas se aman, hay un corazón y un aliento. Cuando se vacía un lado del corazón, se llena el otro. Cuando se agota un aliento, empieza otro. 

Si creemos que la fuerza de la Vida/Muerte/Vida no tiene ningún espacio más allá de la muerte, no es de extrañar que algunas personas teman concertar compromisos. Les aterra la simple posibilidad de soportar un final. No pueden soportar la idea de pasar de la galería a las habitaciones interiores. Tienen miedo, pues intuyen que en el cuarto del desayuno de la casa del amor está sentada la Dama de la Muerte, golpeando el suelo con el pie, doblando y volviendo a doblar los guantes. Tiene delante una lista de trabajo, a un lado lo que está vivo y al otro lo que se está muriendo. Y está firmemente decidida a realizar su tarea. Está firmemente decidida a mantener el equilibrio. 

El arquetipo de la fuerza de la Vida/Muerte/Vida ha sido muy mal interpretado en muchas culturas modernas. En algunas ya no se comprende que la Dama de la Muerte representa una pauta esencial de la creación. Gracias a sus amorosos cuidados la vida se renueva. En muchas tradiciones populares las figuras femeninas de la muerte son objeto de representaciones espectaculares: lleva una guadaña y "cosecha" a los que menos lo esperan, besa a sus víctimas y deja los cadáveres a su espalda o asfixia a la gente y después se pasa la noche lanzando gemidos de dolor. 

Pero en otras culturas como la de las Indias Orientales y la maya, que han conservado las enseñanzas acerca de la rueda de la vida y la muerte, la Dama de la Muerte envuelve a los moribundos, alivia su dolor y los consuela. En el curanderismo, dicen que da la vuelta al niño en el vientre y lo coloca boca abajo para que pueda nacer. Dicen que guía las manos de la comadrona, abre los caminos de la leche de la madre en los pechos y consuela a todos los que lloran solos. Lejos de despreciarla, los que la conocen en su ciclo completo respetan su generosidad y sus lecciones.

Buena parte de nuestro conocimiento de la naturaleza de la Vida/ Muerte/Vida está contaminada por nuestro temor a la muerte. De ahí que nuestra capacidad de movernos al ritmo de los ciclos de esta naturaleza sea un tanto escasa. Estas fuerzas no "nos hacen nada". No son ladrones que nos roban las cosas que más queremos. Esta naturaleza no es un conductor que atropella lo que más apreciamos y se da a la fuga. 

No, las fuerzas de la Vida/Muerte/Vida forman parte de nuestra propia naturaleza, forman parte de una autoridad interior que conoce los Pasos de la Danza de la Vida y la Muerte. Está integrada por los aspectos de nuestra personalidad que saben cuándo algo puede, debe y tiene que nacer y cuándo tiene que morir. Es una maestra muy sabia siempre y cuando nosotros sepamos aprender 
su ritmo.

Tomado del Libro "Mujeres que corren con los Lobos" de Clarissa Pinkola Estés ("La caza: cuando el corazón es un cazador solitario")

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