miércoles, 3 de octubre de 2012

Séptima tarea: la indagación de los misterios

Las tareas de esta fase son las siguientes: Preguntar y tratar de aprender algo más acerca de la naturaleza de la Vida/Muerte/Vida y de sus funciones (Vasalisa hace preguntas acerca de los jinetes). Aprender la verdad acerca de la capacidad de comprender todos los elementos de la naturaleza salvaje ("saber demasiado puede hacer envejecer prematuramente a una persona").

Todas empezamos con la pregunta "¿Qué soy yo realmente? ¿Cuál es mi trabajo aquí?". La Yagá nos enseña que somos Vida/Muerte/Vida, que éste es nuestro ciclo, nuestra especial percepción de lo profundo femenino. Cuando yo era pequeña, una de mis tías me contó la leyenda de "Las Mujeres del Agua" de nuestra familia. Me dijo que a la orilla de todos los lagos vivía una joven que tenía las manos viejas. Su primera misión era infundir tüz —algo que se podría traducir como alma o "fuego espiritual"— en docenas de preciosos patos de porcelana. Su segunda misión era darles cuerda con unas llaves de madera insertadas en las plumas del dorso. Cuando se les acababa la cuerda, los patos se caían y sus cuerpos se rompían y entonces ella tenía que abanicar con su delantal a las almas que salían para enviarlas al cielo. Su cuarta tarea era volver a infundir tüz en otros preciosos patos de porcelana, darles cuerda y liberarlos hacia sus vidas... 

El cuento del tüz es uno de los que con más claridad explican qué hace exactamente la madre de la Vida/Muerte/Vida con el tiempo de que dispone. Psíquicamente, la Madre Nyx, Baba Yagá, las Mujeres del Agua, La Que Sabe y la Mujer Salvaje constituyen distintas imágenes, distintas edades, distintos estados de ánimo y aspectos del Dios de la Madre Salvaje. La infusión de tüz en nuestras ideas, nuestras vidas y las vidas de los que se relacionan con nosotros es nuestra tarea. El envío del alma hacia su hogar es nuestra tarea. La liberación de una lluvia de chispas que llenan el día y crean una luz que nos permite encontrar el camino a través de la noche es nuestra tarea. 

Vasalisa pregunta acerca de los jinetes que ha visto mientras trataba de encontrar el camino de la cabaña de Baba Yagá; el hombre blanco montado en el caballo blanco, el hombre rojo montado en el caballo rojo y el hombre negro montado en el caballo negro. La Yagá, como Deméter, es una vieja diosa madre—caballo, asociada con el poder de la yegua y también con la fecundidad. La cabaña de Baba Yagá es una cuadra para los caballos multicolores y sus jinetes. Las parejas de hombre—caballo hacen que el sol nazca y cruce el cielo de día, y extienden el manto de la oscuridad sobre el cielo nocturno. Pero hay más. 

Los jinetes negro, rojo y blanco lucen los colores que antiguamente simbolizaban el nacimiento, la vida y la muerte. Estos colores también representan los antiguos conceptos del descenso, la muerte y la resurrección; el negro simboliza la disolución de los propios valores, antiguos, el rojo representa el sacrificio de las ilusiones que antaño se consideraban valiosas y el blanco es la nueva luz, la nueva sabiduría que procede del hecho de haber conocido a los dos primeros. 

Las antiguas palabras utilizadas en la época medieval son nigredo, negrura; rubedo, rojez; y albedo, blancura, y describen una alquimia 24 que sigue el ciclo de la Mujer Salvaje, la obra de la Madre de la Vida/Muerte /Vida. Sin los símbolos del alba, el ascenso de la luz y la misteriosa oscuridad, la mujer no sería lo que es. Sin el crecimiento de la esperanza en nuestros corazones, sin la luz estable —de una vela o de un sol— que nos permita distinguir una cosa de otra en nuestra vida, sin una noche en la que todas las cosas se serenan y de la que todas las cosas pueden nacer, nosotras tampoco podríamos utilizar con provecho nuestras naturalezas salvajes.

Los colores del cuento son extremadamente valiosos, pues cada uno de ellos posee su naturaleza mortal y su naturaleza vital. El negro es el color del barro, de lo fértil, de la sustancia esencial en la que se siembra en las ideas. Pero el negro es también el color de la muerte, del oscurecimiento de la luz. Y el negro tiene incluso un tercer aspecto. Es también el color asociado con aquel mundo entre los mundos en el que se asienta La Loba, pues el negro es el color del descenso. El negro es la promesa de que muy pronto la mujer sabrá algo que antes no sabía.
El rojo es el color del sacrificio, de la cólera, del asesinato, del ser atormentado y asesinado. Pero también es el color de la vida vibrante, de la emoción dinámica, de la excitación, del eros y del deseo. Es un color que se considera una poderosa medicina contra las dolencias psíquicas, un color que despierta el apetito. Hay en todo el mundo una figura conocida como la madre roja.  No es tan famosa como la madre negra o la virgen negra, pero es la guardiana de las "cosas que brotan". Es especialmente invocada por aquellas que están a punto de dar a luz, pues quienquiera que abandone este mundo o venga a este mundo tiene que cruzar su rojo río. El rojo es la promesa de que está a punto de producirse un crecimiento o un nacimiento. 

El blanco es el color de lo nuevo, lo puro, lo prístino. Es también el color del alma liberada del cuerpo, del espíritu liberado del estorbo de lo físico. Es el color del alimento esencial, la leche de la madre. Por contra, es también el color de la muerte, de las cosas que han perdido su aspecto más favorable, su torrente de vitalidad. Donde hay blancura, todo es de momento una tabula rasa en la que no se ha escrito nada. El blanco es la promesa de que habrá alimento suficiente para que las cosas empiecen de nuevo, de que el vacío se llenará. 

Aparte de los jinetes, tanto Vasalisa como su muñeca visten de rojo, blanco y negro. Vasalisa y su muñeca son el anlagen alquímico. Juntas dan lugar a que Vasalisa sea una pequeña Madre de la Vida/Muerte/Vida en ciernes. El cuento tiene dos epifanías o revelaciones. La vida de Vasalisa se revitaliza gracias a la muñeca y a su encuentro Con Baba Yagá y como consecuencia de ello, gracias a todas las tareas que aprende a dominar. Hay también dos muertes en el cuento: la de la inicial madre demasiado buena y la de su familla putativa. Pero enseguida nos damos cuenta de que son unas muertes necesarias pues al final infieren a la joven psique una vida mucho más plena. 

De ahí la importancia del dejar vivir y el dejar morir. Se trata del ritmo básico natural que las mujeres tienen que comprender y vivir. Cuando se capta este ritmo, se reduce el temor, pues podemos anticiparnos al futuro, a los temblores del suelo y a los vaciamientos de lo que aquél contendrá. La muñeca y la Yagá son las madres salvajes de todas las mujeres; las que nos ofrecen las perspicaces dotes intuitivas del nivel personal y del divino. Ésta es la gran paradoja y enseñanza de la naturaleza instintiva. Es una especie de Budismo Lobuno. Lo que es uno es dos. Lo que es dos es tres. Lo que vive morirá. Lo que muere vivirá. 

A eso se refiere Baba Yagá al decir "saber demasiado puede hacer envejecer prematuramente a una persona". Hay cierta cantidad de cosas que todas debemos saber a cada edad y en cada fase de nuestra vida. En el cuento, conocer el significado de las manos que aparecen y extraen el aceite del maíz y de las semillas de adormidera, sustancias ambas que pueden dar la vida y la muerte en sí mismas y por sí mismas, es querer saber demasiado. Vasalisa hace preguntas acerca de los caballos, pero no acerca de las manos.

Cuando yo era joven, le pedí a mi amiga Bulgana Robnovich, una anciana narradora de cuentos del Cáucaso que vivía en una pequeña comunidad agrícola rusa de Minnesota, que me hablara de la Baba Yagá. ¿Cómo veía ella la parte del cuento en la que Vasalisa "comprende sin más" que tiene que dejar de hacer preguntas? Mirándome con sus ojos sin pestañas de perro viejo, me contestó: "Hay ciertas cosas que no se pueden saber." Después esbozó una cautivadora sonrisa, cruzó sus gruesos tobillos y eso fue todo. 

Tratar de comprender el misterio de los criados que aparecen y desaparecen bajo la forma de unas manos incorpóreas es como intentar comprender en su totalidad la esencia de lo numinoso. Aconsejando a Vasalisa que no haga la pregunta, tanto la muñeca como la Yagá la advierten del peligro que supone el hecho de indagar en exceso acerca de la numinosidad del mundo subterráneo, y es bueno que lo hagan, pues, aunque visitemos este mundo, no conviene que nos dejemos seducir por él y nos quedemos atrapadas allí. 

Aquí la Yagá alude a otra serie de ciclos, los ciclos de la vida femenina. A medida que los vive, la mujer va entendiendo cada vez más estos ritmos femeninos interiores, entre ellos, los de la creatividad y el alumbramiento de hijos psíquicos y quizá también humanos, los ritmos de la soledad, el juego, el descanso, la sexualidad y la caza. No hay que esforzarse, la comprensión vendrá por sí sola. Debemos aceptar que ciertas cosas no están a nuestro alcance, aunque influyen en nosotras y nos enriquezcan. En mi familia hay un dicho: "Ciertas cosas son asunto de Dios." 

Por consiguiente, cuando finalizan estas tareas, "el legado de madres salvajes" es más profundo y la capacidad intuitiva emana tanto del lado humano como del lado espiritual de la psique. Ahora tenemos a la muñeca de maestra por un lado y a la Baba Yagá por el otro.

Tomado del Libro "Mujeres que corren con los Lobos" de Clarissa Pinkola Estés ("El rastreo de los hechos: La recuperación de la intuición como iniciación").

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