miércoles, 3 de octubre de 2012

Octava tarea: ponerse a gatas.

Baba Yagá, molesta por la bendición que la difunta madre de Vasalisa ha otorgado a la niña, le entrega la luz —una terrorífica calavera en lo alto de un palo— y le dice que se vaya. Las tareas de esta parte del cuento son las siguientes: Asumir un inmenso poder para ver e influir en los demás (la recepción de la calavera), Contemplar las situaciones de la propia vida bajo esta nueva luz (encontrar el camino de vuelta a la vieja familia putativa). 

¿Se molesta Baba Yagá porque Vasalisa ha recibido la bendición de su madre o más bien por las bendiciones en general? En realidad, ni lo uno ni lo otro. Teniendo en cuenta los posteriores estratos monoteístas de este cuento, se podría pensar que aquí el relato se ha modificado de tal forma que la Yagá se muestre atemorizada ante el hecho de que Vasalisa haya recibido una bendición para demonizar con ella a la Vieja Madre Salvaje (cuya existencia tal vez se remonte nada menos que a la era neolítica) con el propósito de enaltecer la más reciente religión cristiana en detrimento de la pagana más antigua. 

Es posible que el vocablo original del cuento se haya cambiado por el de "bendición" para fomentar la conversión, pero yo creo que la esencia del significado arquetípico original sigue estando presente en el relato. La cuestión de la bendición de la madre se puede interpretar de la siguiente manera: A la Yagá no le molesta la bendición en sí sino más bien el hecho de que ésta proceda de la madre excesivamente buena; la madre amable, buena y cariñosa de la psique. Si la Yagá es fiel a sus principios, no puede tener excesivo interés en acercarse mucho ni durante demasiado tiempo a la faceta demasiado conformista y sumisa de la naturaleza femenina. 

Aunque la Yagá sea capaz de infundir el soplo vital a una cría de ratón con infinita ternura, es lo bastante lista como para permanecer en su propio terreno. Y su terreno es el mundo subterráneo de la psique. El terreno de la madre demasiado buena es el del mundo de arriba, Y, aunque la dulzura puede encajar en lo salvaje, lo salvaje no puede encajar durante mucho tiempo en la dulzura. 

Cuando las mujeres asimilan este aspecto de la Yagá, dejan de aceptar sin discusión todas las bobadas, todos los comentarios mordaces Y todas las bromas e insinuaciones que les dirigen. Para distanciarse un poco de la dulce bendición de la madre demasiado buena, la mujer aprende poco a poco no simplemente a mirar sino a mirar con desprecio, a mirar fijamente y a tolerar cada vez menos las imbecilidades de los demás. 

Ahora que, gracias a los servicios prestados a la Yagá, ha adquirido una capacidad interior que antes no tenía, Vasalisa recibe una parte del poder de la Bruja salvaje. Algunas mujeres temen que la profunda sabiduría que han adquirido por medio del instinto y de la intuición las induzca a ser temerarias y desconsideradas, pero se trata de un temor infundado. 

Muy al contrario, la falta de intuición y de sensibilidad ante los ciclos femeninos o el hecho de no seguir los consejos de la propia sabiduría da lugar a unas decisiones desacertadas e incluso desastrosas. En general esta clase de sabiduría "yaguiana" hace que las mujeres vayan avanzando poco a poco y casi siempre las orienta y les transmite imágenes claras de "lo que hay debajo o detrás" de los motivos, ideas, acciones y palabras de los demás.

Si la psique instintiva le advierte "¡Cuidado!", la mujer tiene que prestarle atención. Si su profunda intuición le dice "Haz esto, haz lo otro, sigue este camino, detente, sigue adelante", la mujer tiene que introducir en su plan todas las correcciones necesarias. La intuición no está hecha para que se la consulte una vez y después se la olvide. No es algo que se pueda desechar. Se la tiene que consultar en todas las etapas del camino, tanto si las actividades de la mujer están en conflicto con un demonio interior como si están completando una tarea en el mundo exterior. No importa que las preocupaciones y aspiraciones de una mujer sean de carácter personal o global. Por encima de todo, todas las acciones tienen que empezar fortaleciendo el espíritu. 

Ahora vamos a estudiar la calavera con su terrible luz. Es un símbolo asociado con lo que algunos arqueólogos de la vieja escuela llamaban "la adoración ancestral" 26. En las sucesivas versiones arqueorreligiosas del cuento se dice que las calaveras en lo alto de los palos son las de las personas que la Yagá ha matado y devorado. Pero en los ritos religiosos más antiguos que practicaban el parentesco ancestral los huesos se consideraban elementos necesarios para la evocación de los espíritus, y las calaveras eran la parte más destacada del esqueleto.
En el parentesco ancestral se cree que la especial y eterna sabiduría de los ancianos de la comunidad reside en sus huesos después de la muerte. La calavera se considera la bóveda que alberga un poderoso vestigio del alma que se ha ido, un vestigio que, si así se le pide, es capaz de evocar todo el espíritu del difunto durante algún tiempo para que se le puedan hacer consultas. Es fácil imaginar que el Yo espiritual habita justo en la ósea catedral de la frente y que los ojos son las ventanas, la boca es la puerta y las orejas son los vientos. 

Por consiguiente, cuando la Yagá le entrega a Vasalisa la calavera iluminada, le entrega un antiguo icono femenino, una "sabia ancestral" para que la lleve consigo toda la vida. La inicia en un legado matrilineal de sabiduría que siempre se conserva intacto y floreciente en las cuevas y los desfiladeros de la psique. 

Así pues, Vasalisa atraviesa el oscuro bosque con la espantosa calavera. Fue a buscar a la Yagá y ahora regresa a casa más segura y decidida, caminando con las caderas firmemente echadas hacia delante. Éste es el ascenso desde la iniciación en la profunda intuición. La intuición se ha colocado en Vasalisa como la joya central de una corona. Cuando una mujer llega a esta fase, ya ha conseguido abandonar la protección de la madre demasiado buena que lleva dentro y ha aprendido a esperar y afrontar las adversidades del mundo exterior con fortaleza y sin temor. Es conciente de la sombra represora de su madrastra y sus hermanastras y del daño que éstas le quieren hacer. 

Ha atravesado la oscuridad prestando atención a su voz interior y ha podido resistir la contemplación del rostro de la Bruja, que es una faceta de su propia naturaleza, pero también la poderosa naturaleza salvaje. De esta manera puede comprender el temible poder de su propia conciencia y el de la conciencia de los demás. Y ya no dice "Le tengo miedo (a él, a ella, a esto)". 

Ha servido a la divina Bruja de la psique, ha alimentado la relación, ha purificado las personae y ha conservado la claridad del pensamiento. Ha descubierto esta salvaje fuerza femenina y sus costumbres. Ha aprendido a distinguir y a separar el pensamiento de los sentimientos. Ha aprendido a identificar el gran 
poder salvaje de su propia psique. 

Conoce el significado de la Vida/Muerte/Vida y el papel que en todo ello desempeña la mujer. Con las recién adquiridas habilidades de la Yagá, ya no tiene por qué faltarle la confianza ni el poder. Tras haber recibido el legado de las madres —la intuición de la faceta humana de su naturaleza y la sabiduría salvaje de la faceta de La Que Sabe de la psique—, ya está preparada para lo que sea. Avanza por la vida asentando con firmeza los pies en el suelo uno detrás de otro, con toda su feminidad. Ha fundido todo su poder y ahora ve el mundo y su propia vida a través de esta nueva luz. Veamos qué ocurre cuando una mujer se comporta de esta manera.

Tomado del Libro "Mujeres que corren con los Lobos" de Clarissa Pinkola Estés ("El rastreo de los hechos: La recuperación de la intuición como iniciación").

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