domingo, 2 de junio de 2013

La ilusión de la doncella de hierro

Esta alucinación inconsciente se vuelve más y más influyente y  penetrante cuando se transforma en manipulación mercantil consciente  de las grandes industrias: la industria de las dietas (33 mil millones de  dólares al año), la industria de los cosméticos (20 billones de dólares), la  industria de la cirugía estética (300 millones de dólares) y la industria de  la pornografía (7 mil millones de dólares al año). Todas estas industrias  han florecido gracias a las ganancias que deja la ansiedad inconsciente;  y a su vez pueden, por su influencia en la cultura masiva, usar, estimular  y reforzar la alucinación en una espiral económica ascendente.

Ésta no es una teoría de la conspiración; no tiene por qué serlo. Las  sociedades se inventan las ficciones de la misma manera que lo hacen  los individuos y las familias. Henrik Ibsen las llamaba “mentiras vitales” y el psicólogo Daniel Coleman dice que funcionan a nivel social  como funcionan en las familias. “La confabulación se mantiene distrayendo la atención del hecho temido o reacomodando su significado en  un formato aceptable”. El costo de estos puntos ciegos, dice el psicólogo,  son ilusiones colectivas destructivas.

Las posibilidades para las mujeres  se han vuelto tan diversas que amenazan con desestabilizar las instituciones sobre las cuales se ha levantado una cultura dominada por los  hombres, y una reacción de pánico colectivo de ambos sexos obligó a la  formación de contraimágenes. La alucinación resultante se materializa para las mujeres como algo  demasiado real. Deja de ser sólo una idea para volverse una imagen  tridimensional que delimita lo permitido y lo prohibido en las vidas de  las mujeres. Se convierte en la doncella de hierro.

Originalmente, la doncella de hierro era un instrumento de tortura en Alemania medieval; un  ataúd con forma de cuerpo de mujer con brazos, piernas y un rostro  sonriente bellamente pintados. A la infortunada víctima se le encerraba  en este ataúd, inmovilizándola, y moría por inanición o al encajársele  los clavos empotrados en el interior. La versión moderna en que se hallan atrapadas las mujeres es similarmente rígida y cruel: un cuerpo  eufemísticamente pintado. La cultura contemporánea dirige nuestra atención a la imagen de la doncella de hierro, mientras que censura los rostros y cuerpos auténticos de las mujeres.

"El mito de la belleza" de Naomi Wolf

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