jueves, 15 de julio de 2010

Libro



-          (…) Tenemos todo lo necesario para ser felices, pero no lo somos. Falta algo. Miré a mi alrededor. Lo único que me constaba positivamente que había desaparecido eran los libros que he ayudado a quemar en diez o doce años. Así, pues, he pensado que los libros podrían servir de ayuda.
-          Es usted un romántico sin esperanza –dijo Faber. Resultaría divertido si no fuese tan grave. No es libros lo que usted necesita, sino algunas de las cosas que en un tiempo estuvieron en los libros. El mismo detalle infinito y las mismas enseñanzas podrían ser proyectadas a través de radios y televisores, pero no lo son. No, no: no son los libros lo que usted está buscando. Búsquelo donde pueda encontrarlo, en viejos discos, en viejas películas y en viejos amigos; búsquelo en la Naturaleza y búsquelo por sí mismo. Los libros sólo eran un tipo de receptáculo donde almacenábamos una serie de cosas que temíamos olvidar. No hay nada mágico en ellos. La magia sólo están en lo que dicen los libros, en cómo unían los diversos aspectos del Universo hasta formar un conjunto para nosotros. Desde luego, usted no puede saber esto, sigue sin entender lo que quiero decir con mis palabras. Intuitivamente, tiene usted razón, y eso es o que importa. Faltan tres cosas.
>>Primera: ¿Sabe por qué libros como éste son tan importantes? Porque tiene calidad. Y, ¿qué significa la palabra calidad? Para mí significa textura. Este libro tiene foros, tiene facciones. Este libro puede colocarse bajo el microscopio. A través de la lente, encontraría vida, huellas del pasado en infinita profusión. Cuánto más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados puede obtener de cada hoja de papel, cuanto más "literario" se sea (…).
>> (…) ¿Se da cuenta, ahora, de por qué los libros son tan odiados y temidos? Muestran los poros del rostro de la vida (…).
-          (…) ¿Y lo segundo?
-          Ocio.
-          Oh, disponemos de muchas horas después del trabajo.
-          De horas después del trabajo, sí, pero, ¿y para pensar? Si no se conduce un vehículo a ciento cincuenta kilómetros por hora, de modo sólo puede pensarse en el peligro que se corre, se está interviniendo en algún juego o se está sentado en un salón, dónde es imposible discutir con el televisor de cuatro paredes. ¿Por qué? El televisor es "real". Es inmediato, tiene dimensión. Te dice lo que tienes que pensar y te lo dice a gritos. Ha de tener razón. Parece tenerla. Te hostiga tan apremiantemente para que acepte tus propias conclusiones, que tu mente no tiene tiempo para protestar, para gritar: "¡Qué tontería!".
-          (…) Mi esposa afirma que los libros no son "reales".
-          Y gracias a Dios por ello. Uno puede cerrarlos, decir: "Aguarda un momento". Uno actúa como un Dios. Pero, ¿quién se ha arrancado alguna vez de la garra que le sujeta una vez se ha instalado en un salón con televisor? ¡Le da a uno la forma que desea! Es un ambiente tan auténtico como el mundo. Se convierte y es la verdad. Los libros pueden ser combatidos con motivo. Pero, con todos mis conocimientos y escepticismo, nunca he sido capaz de discutir con una orquesta sinfónica de un centenar de instrumentos, a todo color, en tres dimensiones, y formando parte, al mismo tiempo, de esos increíbles salones. Como ve, mi salón consiste únicamente en cuatro paredes de yeso. Y aquí tengo esto –mostró dos pequeños tapones de goma-. Para mis orejas cuando viajo en el "Metro" (…)
-          (…) ¿A dónde iremos a parar? ¿Podrían ayudarnos los libros?
-          Sólo si la tercera condición necesaria pudiera sernos concedida. La primera como he dicho, es la calidad de información. La segunda, ocio para asimilarla. Y la tercera: el derecho a emprender acciones basadas en lo que aprendemos por interacción o por la acción conjunta de las otras dos.

Ray Bradbury
Fragmento de "Fahrenheit 451"

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