jueves, 2 de agosto de 2012

La Guardiana del Alma


En nuestro interior vive la vieja que recoge huesos. En nuestro interior están los huesos del alma de este Yo salvaje. Y en nuestro interior tenemos la capacidad de volver a configurarnos como las criaturas salvajes que antaño fuimos y tenemos los huesos que nos pueden cambiar y pueden cambiar nuestro mundo, y tenemos el
aliento, nuestras verdades y nuestros anhelos; untos constituyen el canto, el himno de la creación que  siempre hemos ansiado entonar.

Lo cual no significa que tengamos que andar por ahí con el cabello desgreñado sobre los ojos o con unas uñas de las manos que parezcan unas garras orladas de negro. Sí, tenemos que seguir siendo humanas, pero, en el interior de la mujer humana, vive también el Yo instintivo animal. No se trata de un romántico personaje de tira cómica. Tiene unos dientes de verdad, gruñe de verdad, posee una enorme magnanimidad, un oído extraordinario, unas garras muy afiladas y unos generosos y peludos pechos.

Este Yo tiene que gozar de libertad para moverse, hablar, enfadarse y crear. Es duradero y resistente y posee una gran intuición. Es un Yo experto en las cuestiones espirituales de la muerte y del nacimiento. Hoy la vieja que llevamos dentro recoge los huesos. ¿Y qué es lo que rehace? Ella es el Yo del alma, la  constructora del hogar del alma. Ella lo hace a mano, rehace el alma a mano. ¿Y qué hace por nosotras?

Incluso en el mejor de los mundos el alma necesita una remodelación. Tal como ocurre con las casas de adobe del sudoeste de Estados Unidos, siempre hay algo que se desprende, que se desconcha o se despinta. Siempre hay una vieja regordeta con pantuflas que se pasa el rato aplicando lechada a las paredes de adobe. Mezcla la paja con el agua y la tierra, aplica la mezcla a las paredes y las deja como nuevas. Sin ella, la casa se deformaría. Sin ella, se desplomaría y se convertiría en un amasijo después de una fuerte lluvia.

Es la guardiana del alma. Sin ella, nos deformamos. Sin una línea de abastecimiento que nos conecte con ella, dicen que los seres humanos son unos desalmados o unas almas malditas. Ella da forma a la casa del alma y con su trabajo manual la hace más casa. Es la del viejo delantal. Es aquella cuyo vestido es más largo por delante que por detrás. Es la que anda siempre haciendo arreglos. Es la hacedora del alma, la criadora del lobo, la guardiana de lo salvaje.

Clarissa Pinkola Estés, “Mujeres que corren con los lobos” (“El aullido: la resurrección de la Mujer Salvaje”)

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