viernes, 20 de febrero de 2015

Vivir la vida de acuerdo con la razón es la meta de los seres humanos

" La «auténtica guía» que preside los misterios de la filosofía ordena a sus discípulos que sigan las enseñanzas de Platón y que por medio de un enérgico esfuerzo de la inteligencia y el corazón descubran en su fuero interno «el ojo enterrado dentro de nosotros» (Ep . 137) [106] . Este «ojo intelectual», este «hijo luminoso de la razón» (Ep . 139; Dion 9) escondido en lo más profundo de nosotros en espera de ser liberado, hace de cada individuo un portador del mundo trascendental, y lo capacita para romper las cadenas de la materia.

En este esfuerzo común para descubrir los recursos naturales de la divinidad humana, Hipatia advierte probablemente a sus alumnos que presten atención a las palabras de Plotino en su lecho de muerte. Sinesio las cita al escribir a su amigo Herculiano: «Alza lo que hay de divino en tu interior hasta el primogénito divino» (Ep . 139) [107] .

La chispa de sabiduría encendida por el «guía divino», «esa chispa escondida que ama ocultarse», se convierte en una gran llama de conocimiento (Ep . 139), concluyendo así el viaje del alma que Plotino denominaba anagoge , la ascensión hacia el cielo, hacia la divinidad [108] . La meta del filosofar se ha alcanzado; el espíritu se halla en un estado de revelación, contemplación, theoria (Ep. 140; Dion 6-9) [109] .

Esta es la experiencia consumada, incontrovertible, porque toca el ser primero, la verdadera realidad, la causa original de la realidad temporal. Se trata, efectivamente, del aspecto más importante de la vida humana: «Darse enteramente a las cosas superiores y por completo a la contemplación de la Realidad y del origen de las cosas mortales» (Ep . 140).

La vida de la persona que experimenta este evento único da un giro radical (Ep . 143), alcanza la «vida verdadera» (Ep . 137) tan buscada por todos los filósofos. De ahora en adelante esta vida verdadera estará siempre subordinada a la razón, a utilizar los instrumentos cognitivos para buscar primero la sabiduría eterna, más adelante para someterse al éxtasis que eleva a otra dimensión de la existencia y a la fusión directa con el Uno. La felicidad de unirse con este Ser, al que Sinesio gusta de llamar «primogénito divino», es tan intensa que todos los alumnos de Hipatia quieren que ese estado se prolongue lo más posible: «Desearía que ser siempre elevados hacia la contemplación fuese una propiedad de nuestra naturaleza» ( Dion 8).

El espíritu, inclinado hacia la luz, contempla la Belleza y la Bondad últimas, y no la belleza y la bondad artificiosas, cambiantes y efímeras que el ser humano halla en el orden material de la existencia. Pero alcanzar esa elevación del espíritu de acuerdo con las enseñanzas de Platón depende del desarrollo de las potencias cognitivas a lo largo de la vida. «Vivir la vida de acuerdo con la razón es la meta de los seres humanos. Busquemos esa vida; pidamos a Dios la divina sabiduría» (Ep . 137).

La meta y el sentido de la filosofía entendida como «la más inefable de las cosas inefables» se hace inteligible para los alumnos de Hipatia iniciados en sus ritos. Lo que hasta entonces ha sido para ellos inefable queda desentrañado.

Las enseñanzas de Hipatia sobre la búsqueda del «misterio del ser» no caen en saco roto para Sinesio. A lo largo de su vida busca la contemplación, y sus obras más logradas —los Himnos — son una confirmación rotunda de esa búsqueda. Agobiado por sus deberes episcopales, siempre vuelve los ojos a su juventud, llena de estudio y de contemplación, como un periodo extraordinariamente feliz: «Yo, que dediqué mi juventud al ocio filosófico y a la contemplación del ser abstracto» (Ep . 11). En momentos llenos de responsabilidades eclesiásticas no duda en afirmar que es precisamente la teoría lo que considera ha de ser la finalidad de su sacerdocio: «La contemplación es el fin y la meta del sacerdocio» (Ep . 41)."

Fragmento de "Hipatia de Alejandría" de Maria Dzielska

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