miércoles, 19 de diciembre de 2012

Declaración Universal de los Derechos del Animal.

El 15 de octubre de 1978, dos milenios y medio después de Mahavira y en un mundo perturbado y al borde del caos, en la casa de la UNESCO en París se proclamó solemnemente la Declaración Universal de los Derechos del Animal. Su texto, revisado por la Liga Internacional de los Derechos del Animal en 1989 y hecho público al año siguiente, no sólo es una obra maestra de la claridad expositiva sino una de las más altas expresiones que yo conozca de la misericordia y la grandeza de alma. Sus frases escuetas, incontrovertibles, lúcidas vienen sonando desde entonces como martillazos en la podrida conciencia de la humanidad. He aquí el preámbulo: "Considerando que la Vida es una, que todos los seres vivos tienen un origen común y que se han diferenciado en el curso de la evolución de las especies; considerando que todo ser vivo tiene derechos naturales y que todo animal con un sistema nervioso tiene derechos particulares; considerando que el desprecio o el simple desconocimiento de esos derechos naturales causan graves atropellos a la Naturaleza y llevan a cometer al hombre crímenes contra los animales; considerando que la coexistencia de las especies en el mundo significa el reconocimiento por la especie humana del derecho a la existencia de las otras especies animales; considerando que el respeto de los animales por el hombre es inseparable del respeto entre los hombres, se proclama lo que sigue…" ¿Cuándo hablaron Cristo y Mahoma de "crímenes contra los animales"? Este solo concepto de crímenes contra los animales que cabe en cuatro palabras marca el abismo que se agrandará más y más cada día que pase entre una humanidad movida por la compasión universal y ese par de personajitos alucinados de los cuales el primero ni siquiera existió y el segundo fue un criminal despreciable.

Fragmento de "La Puta de Babilonia" de Frenando Vallejo.

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