sábado, 28 de agosto de 2010

Identidad de género

(…) Nacemos y se nos asigna, con cierta arbitrariedad no exenta de abundantes problemas, un sexo; incluso antes de nacer se nos impone un sexo como la realidad verdadera de nuestro ser. A partir de ese momento se inicia esa tarea de imitar, repetir, copiar, citar gestos, comportamientos, sensaciones, deseos, placeres, prácticas sexuales, palabras, discursos, saberes, opiniones que debe ocupar el conjunto de nuestra vida. Un ideal, de feminidad, de masculinidad, culturalmente diseñado, sin origen ni autoría evidentes, y reiterado más y más en el tiempo hasta el punto en el que llega a ser asumido no como una ficción sino como una verdad, es aquello a lo que compulsivamente intentamos ajustarnos para adquirir reconocimiento y poder ocupar un lugar en el mundo. Si ser mujer o ser hombre fuese sin más un modo de ser natural, innato, las culturas no tendrían por qué derrochar energías en forzarnos a cumplir sus modelos de mujer o de hombre. Sería innecesario, obviamente, todo mensaje del tipo: ser mujer es ser madre (heterosexual, por supuesto), cariñosa, comprensiva, cuya misión principal es el cuidado de su familia, que además debe desarrollar una estética corporal armónica, femenina y que, fundamentalmente debe repudiar, rechazar, todo rasgo de masculinidad.
Sin embargo, esa tarea de cumplir con las directrices del ideal de género, de ser fieles a las normas de género, es una tarea frustrada por imposible. El modelo es irrealizable porque, como ideal que es, es demasiado rígido, estrecho, inhabitable, distante. Dice que el género es un atributo estable, siempre idéntico a lo largo de la vida, y coherente, donde la coherencia es entre el sexo, el género, el deseo, la sexualidad, el comportamiento. Una mujer debe ser femenina, desear al sexo opuesto, practicar relaciones heterosexuales y comportarse siempre según las normas de la feminidad. En nuestro intento de ser mujer, decíamos, imitamos, repetimos, pero el mecanismo de la repetición se alimenta precisamente de la posibilidad del fallo. La repetición no en todos los casos es exitosa (…)

(…) Este fracaso en la repetición de las normas de género, la mera posibilidad del fracaso, provoca malestar, una cierta ansiedad de género (…)

(…) Según las tesis de Butler, todos los individuos asumimos una identidad de género inestable e incoherente, si bien, ciertamente, no todas las personas muestran la incoherencia de género en el mismo grado y con idéntica problematicidad (…)

Elvira Burgos Díaz
Fragmento del ensayo "¿En qué, por qué y para qué somos diferentes varones y mujeres?" donde analiza la obra de Judith Butler.

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