martes, 14 de octubre de 2014

... cuando una recuerda toda una vida, parece que recordase menos las caras que las manos, y lo que ellas hicieron

" La tercera mujer suspiró. Bordó una rosa, una hoja, una margarita en un campo verde. La aguja de bordar se alzaba y desaparecía.
La segunda mujer estaba trabajando en el más fino, el más delicado bordado de los tres, dando hábiles puntadas, lanzando la aguja por innumerables caminos. Su rápida y negra mirada acompañaba todos los movimientos. Una flor, un hombre, un camino, un sol, una casa; la escena crecía bajo su mano; una belleza en miniatura, perfecta en todos los hilados detalles.
—En momentos como éste parecería que una vuelve siempre a sus manos —dijo, y las otras asintieron de modo que las mecedoras se mecieron otra vez.
—Se me ocurre —dijo la primera mujer— que nuestras almas están en nuestras manos. Pues hacemos con ellas todas las cosas. A veces pienso que no las usamos bastante. Por lo menos es cierto que no usamos nuestras cabezas.
Todas miraron con más atención lo que hacían las manos.
—Sí —dijo la tercera—, cuando una recuerda toda una vida, parece que recordase menos las caras que las manos, y lo que ellas hicieron."

Extracto del cuento "Bordado" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

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