martes, 14 de octubre de 2014

... El viento hará hermosa a la cometa y la llevará a maravillosas alturas. Y la cometa quebrará la uniformidad de la existencia del viento y le dará sentido. Uno no es nada sin el otro. Juntos todo es cooperación y una larga y prolongada vida.

"—Llevadnos a la luz del sol —dijo la voz.
Transportaron a los viejos bajo el sol y sobre una pequeña loma. Unos pocos niños flacos remontaban cometas en la brisa de los últimos días de verano, cometas del color del sol, las ranas y las hierbas, el color del mar y el color de las monedas y el trigo.
La hija del primer mandarín estaba junto a la cama de su padre.
—Mirad —dijo.
—No hay más que cometas —dijeron los dos viejos.
—Pero que es una cometa en el suelo —dijo ella—, nada. ¿Qué necesita para sostenerse y ser hermosa y verdaderamente espiritual?
—¡El viento, por supuesto! —dijeron los otros.
—¿Y que necesitan el cielo y el viento para ser hermosos?
—Una cometa, por supuesto..., muchas cometas para quebrar la monotonía, la uniformidad del cielo.¡Cometas de colores, que vuelen!.
—Sí —dijo la hija del mandarín—. Tú, Kwan-Si, cambiarás por última vez tu ciudad para que parezca nada más ni menos que el viento. Y nosotros tomaremos la forma de una cometa dorada. El viento hará hermosa a la cometa y la llevará a maravillosas alturas. Y la cometa quebrará la uniformidad de la existencia del viento y le dará sentido. Uno no es nada sin el otro. Juntos todo es cooperación y una larga y prolongada vida.
Los dos mandarines se sintieron tan contentos que comieron por primera vez después de muchos días. Recobraron las fuerzas, se abrazaron y se elogiaron uno a otro, llamando a la hija del mandarín un muchacho, un hombre, una columna de piedra, un guerrero y un verdadero e inolvidable hijo. Casi inmediatamente se separaron a sus ciudades llamando y cantando, débiles pero felices.
Pasó el tiempo y las ciudades se llamaron Ciudad de la Cometa Dorada y la Ciudad del Viento Plateado. Y se cosecharon las cosechas y se atendieron otra vez los negocios, y todos engordaron, y la enfermedad huyó como un chacal asustado. Y todas las noches del año, los habitantes de la Ciudad de la Cometa podían oír el buen viento que los mantenía en el aire. Y los de la Ciudad del Viento podían oír como la cometa cantaba, susurraba, se elevaba y los embellecía.
—Así sea. —dijo el mandarín junto a la cortina de seda."

Extracto del cuento "La dorada cometa, el plateado viento" del libro "Las doradas manzanas del sol" de Ray Bradbury

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