sábado, 10 de julio de 2010

Desapego

(...) Cuando la tía Carmen se enteró que su marido había caído preso de otros perfumes y otros abrazos, sin más ni más lo dio por muerto. (...)

(...) De todos modos el chisme es el chisme y a ella le dolió como una maldición la verdad incierta. Así que tras ponerse de luto y actuar frente a él como si no lo viera, empezó a no pensar más en sus camisas, sus trajes, el brillo de sus zapatos, sus pijamas, su desayuno, y poco a poco hasta sus hijos. Lo borró del mundo con tanta precisión , que no sólo su suegra  su cuñada, sino hasta su misma madre estuvieron de acuerdo en que debían llevarla a un manicomio (...)

(...) - Se pena porque  faltan o porque sobran. Lo que devasta es la norma. Se ve mal tener menos de un marido, pero para tu consuelo se ve peor tener más de uno. Como si el cariño se gastara. El cariño no se gasta, Carmen -dijo la tía Fernanda. Y tu no estás más loca que yo. Así que vámonos yendo de aquí.

La sacó esa misma tarde del manicomio (...)

(...) Debe ser extenuante querer doble - pensaba cuando veía a Fernanda quedarse dormida como un gato en cualquier rincón y a cualquier hora del día.Una de esas, mirándola dormir, como quien por fin respira para sí, revivió a su marido y se encontró murmurando:

- Pobre Manuel. (...)

(...) Tienes razón -le dijo-. El cariño no se gasta. No se gasta el cariño. Por eso Manuel me dijo que me quería tanto como a la otra. ¡Qué horror! Pero también: qué me importa, qué hago yo vuelta loca con los chismes, si estaba yo en mi casa haciendo buenos ruidos, ni uno más ni uno menos de los que me asignó la Divina Providencia. Si Manuel tiene para más, Dios lo bendiga. Yo no quería más, Fernanda. Pero tampoco menos. Ni uno menos.

Echó todo ese discurso mientras Fernanda le recogía el cabello y le ensartaba un hilo de oro en cada oreja. Luego se fue a buscar a Manuel para avisarle que en su casa habría sopa al mediodía y a cualquier hora de la noche. Manuel conoció entonces la boca más ávida y la mirada más cuerda que había visto jamás.

Comieron sopa.

Ángeles Mastretta
Fragmento del libro "Mujeres de ojos grandes"

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