sábado, 10 de noviembre de 2012

Ponche

Murmuraron algo así como «estar loco» y me puse a escuchar su conversación.
- No deberíamos nunca tocar delante de Pernath temas como el del Golem -dijo con reproche Josua Prokop-. Cuando antes ha estado hablando del libro Ibbur, nos hemos callado todos y no hemos hecho preguntas; apostaría a que lo ha soñado. ¿No lo creen así? Pernath es un tipo muy especial. Zwakh afirmó:
- Tiene usted toda la razón. Es como si se quisiera entrar en pleno día en una habitación llena de polvo, en la que las paredes y el techo estuvieran forrados de telas picadas y el suelo estuviera cubierto por una espesa capa de yesca seca del pasado; no hace falta más que rozarlo para que el fuego prenda en todos los rincones. -¿Estuvo Pernath mucho tiempo en el manicomio? Es una pena, pues no puede tener más de cuarenta años- dijo Vrieslander.
- No lo sé. Además tampoco tengo idea ni de dónde es ni cuál fue su oficio anterior. Su apariencia es de antiguo noble francés, con su delgada figura y su perilla. Hace muchos años que un médico amigo mío me pidió que cuidara un poco de él y que le buscara una casa pequeña, aquí en estas callejas, donde nadie se preocupase por él ni lo inquietara con preguntas sobre tiempos pasados. -Zwakh me miró otra vez emocionado-. Desde entonces vive aquí, restaura antigüedades, pule gemas y en ello ha encontrado su pequeño bienestar. Es una suerte para él que, al parecer, haya olvidado todo lo que tiene relación con su desgracia. Por lo que más quieran, no le pregunten nunca cosas que puedan despertar el pasado en su memoria. ¡Cuántas veces me lo pidió aquel viejo médico! Sabe usted, Zwakh, decía siempre, tenemos cierto método; hemos enclaustrado, por decirlo así, con mucho trabajo, su enfermedad, igual que se cierra una tumba, porque a ella se unen tristes recuerdos. La charla del marione-tista llegaba hasta mí como el carnicero se acerca a su víctima, oprimiéndome el corazón con manos rudas y terribles.
Desde siempre existía en mí un sordo tormento…, un presentimiento como si me hubieran quitado algo y como si en mi vida hubiera recorrido un largo camino al borde del camino, como un sonámbulo. Nunca había conseguido encontrar su origen.
Ahora estaba abierto ante mí el camino hacia la solución del enigma y me quemaba insoportablemente como una herida abierta.
La enfermiza repugnancia de unir mis recuerdos a hechos pasados, y ese extraño sueño, que vuelve de tiempo en tiempo, en el que estoy en una casa en la que hay una serie de habitaciones cerradas inaccesibles para mí, el continuo fallo de mi memoria y de mi mente en cuanto a las cosas que se refieren a mi juventud, todo esto tenía ya de repente una terrible aclaración: había estado loco y se había utilizado la hipnosis para cerrar la «habitación» que me unía a las otras cámaras de mi mente y que me había convertido en un apatrida en el mundo que me rodea. ¡Y sin esperanzas de recobrar los recuerdos perdidos!
Los resortes de mi pensamiento y de mis actos están ocultos en otra existencia ya olvidada y comprendí que… nunca los conocería: soy una planta cortada, como un retoño que brota de raíces extrañas. Aunque quisiera forzar la entrada de esa «habitación» cerrada, ¿no caería en manos de los fantasmas que han estado allí desterrados?

Fragmento de "El Golem" de Gustav Meyrink

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