martes, 5 de agosto de 2014

Qué hervidero de consumidores empeñados en comprar, comprar y comprar; una esponja pluricelular de insaciable demanda que iba absorbiendo artículos y servicios...

¿Has estado alguna vez en la Moon Tower de noche, Archivista?

No, ni de día tampoco. Los ciudadanos dejamos la torre más que nada a los turistas.

Pues no dejes de ir. Desde el piso doscientos treinta y cuatro la conurbación era una nube de xenón, neón, movimiento, carboanhídrido y bóvedas. Si no fuese por la cúpula de cristal, me explicó Hae-Joo, el viento a esa altura nos arrastraría como cometas a la deriva. Me indicó varias colinas y puntos de referencia, algunos de los cuales ya había visto o había oído hablar de ellos en 3D o en la Publicidad. El Chongmyo Plaza estaba oculto detrás de un monolito, pero se divisaba el estadio: un ojo abierto color celeste. Esa noche el patrocinador de la luna era la SeedCorp. El inmenso reflector lunar instalado en el lejano monte Fuji proyectaba un anuncio tras otro en la cara de la luna; tomates tan grandes como niños; cremosos cubitos de coliflor; raíces de loto sin agujeros; bocadillos que salían de la boca lasciva del Logo-Amo de la SeedCorp.

Al bajar, el anciano taxista nos habló de su infancia en una remota conurbación llamada Mumbai, hoy sumergida bajo las aguas, en la época en que la luna estaba siempre desnuda. Hae-Joo dijo que si viese la luna sin Publicidad se quedaría alucinado.

¿A qué galería fuisteis?

Al Jardín Wangshimni. Me recordó a una enciclopedia, hecha de objetos en lugar de palabras. Durante horas, yo señalaba una cosa y Hae-Joo la nombraba: máscaras de bronce, sopa de nidos de pájaro instantánea, fabricantes sirvientes, suzukis doradas, filtros de aire, velos a prueba de lluvia ácida, imponentes réplicas del Bienamado Presidente y estatuillas del Primer Presidente Inmanente, perfumes de joyas en polvo, pañuelos de seda de perla, mapas a tiempo real, artefactos de las necrozonas, violines programables.

Hae-Joo me enseñó una farmacia: pastillas para el cáncer, el sida, el alzheimer, la intoxicación del plomo; contra la obesidad, la alopecia, el hirsutismo, la exaltación, la melancolía, rocioína contra el envejecimiento; medicamentos contra el abuso de rocioína.
Cuando dieron las veintiuna no habíamos recorrido ni una décima parte del primer sector. Qué hervidero de consumidores empeñados en comprar, comprar y comprar; una esponja pluricelular de insaciable demanda que iba absorbiendo artículos y servicios de todos y cada uno de los puestos, restaurantes, bares, tiendas y rincones a medida que derramaba dólares.
Hae-Joo me llevó a un elegante café-plataforma. Pidió un café para él y un agua para mí. Me explicó que según las Leyes de Enriquecimiento, los consumidores están obligados a gastar al mes una cantidad fija de dólares, según su estrato. El ahorro es un delito anticorpocrático. Yo ya lo sabía, pero no lo interrumpí. Dijo que a su madre la intimidaban las galerías modernas y que casi siempre le tocaba a él completar la cuota de consumo de la familia.
Le pedí que me contase cómo era eso de tener una familia.
Hae-Joo sonrió y, al mismo tiempo, torció el gesto.

—Un latazo necesario —reconoció—. El pasatiempo de mi madre es coleccionar achaques y los correspondientes medicamentos. Mi padre trabaja en el Ministerio de Estadística y duerme enfrente del 3D con la cabeza metida en un cubo de plástico.

Sus dos progenitores eran sólo concepciones naturales, me confesó, que habían vendido su cuota del segundo hijo e invertido el dinero en genomizar como es debido a Hae-Joo, lo que le había permitido aspirar a su preciada carrera en la Unanimidad. El doctorando soñaba con llegar a ser un agente de la Unanimidad desde que veía las series sobre represores en 3D. Que te pagasen por abrir puertas a patadas le parecía un chollo.
Sus padres debían de quererlo mucho para hacer semejante sacrificio, apunté. Hae-Joo señaló que la pensión de los dos saldría de su salario. Entonces me preguntó si no había sufrido un choque brutal al verme arrancada del Papa Song's y transplantada al laboratorio de Boom-Sook. ¿No echaba de menos el mundo para el que me habían genomizado?

—Los fabricantes estamos orientados para no echar nada de menos.
Hae-Joo tanteó: ¿no había superado la orientación al ascender? Le dije que tendría que reflexionar sobre ese asunto.

Fragmento de "El Atlas de las Nubes" de David Mitchell

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