domingo, 3 de agosto de 2014

Los medios son el campo de batalla donde las democracias libran sus guerras civiles.

El conflicto entre grandes compañías y activistas es como el que existe entre narcolepsia y recuerdo. Las compañías tienen dinero, poder e influencia. El único arma que tenemos nosotros es la indignación popular. La indignación que bloqueó la presa de Yuccan, que echó a Nixon y que, en parte, puso fin a las atrocidades de Vietnam. Pero la indignación es difícil de provocar y de manejar. Primero hace falta un examen riguroso; después, una mayor conciencia a nivel público; sólo cuando ésta alcanza un nivel crítico surge la indignación popular. Cualquiera de esas etapas puede sufrir sabotajes. Los Albertos Grimaldis del mundo pueden burlar los exámenes rigurosos sepultando la verdad bajo comités, indiferencia y desinformación, o bien intimidando a los examinadores. Pueden aniquilar la conciencia poniendo anteojeras a la educación, adquiriendo canales de televisión, «tratando bien» a los líderes de opinión o simplemente comprando a todos los medios de información. Los medios (y no sólo el Washington Post) son el campo de batalla donde las democracias libran sus guerras civiles.

Fragmento de "El Atlas de las Nubes" de David Mitchell

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