domingo, 3 de agosto de 2014

Los sueños son el único elemento impredecible de mis jornadas sectoriales. Nadie me los asigna ni me los censura. Son lo único verdaderamente mío.

¿Puedes describir una de vuestras jornadas?

A la hora cuarta y media en punto: despertar amarillo. Los aparatos acondicionadores liberan estimulina para levantarnos de la cama. Marchamos en fila hacia el higienizador; una vez allí, lavado al vapor. Volvemos al dormitorio para ponernos un uniforme limpio; a continuación nos reunimos en torno al Núcleo con nuestro Visor y sus Asistentes. Papa Song aparece en Su Plinto de Matinales y recitamos en coro los Seis Catecismos. Entonces nuestro Logo-Amo pronuncia Su Sermón. Un minuto antes de la hora quinta nos dirigimos a nuestros puestos en torno al Núcleo.

Salen del ascensor los primeros consumidores del día. Pasamos diecinueve horas recibiendo a los clientes, introduciendo comandas, preparando bandejas, despachando bebidas, reponiendo condimentos, limpiando mesas, recogiendo basura, fregando los higienizadores públicos y pidiendo amablemente a nuestros honorables clientes que carguen la factura a sus Almas en nuestros cajeros.

¿No tenéis descansos?

¡Los «descansos» son un robo de tiempo, Archivista! A la hora cero, por supuesto, suena el toque de queda; para entonces ya se han marchado todos los consumidores. Limpiamos el restaurante de arriba abajo hasta las cero treinta, entonces nos reunimos en torno al Plinto para rezar las Vísperas y por último marchamos en fila hacia el dormitorio donde libamos nuestras bolsitas de Jabón. A las cero cuarenta y cinco hace efecto el soporífico. Menos de cuatro horas después, el despertar amarillo marca el inicio de una nueva jornada de trabajo, y empieza un nuevo día.

¿Es verdad que los fabricantes soñáis, igual que nosotros?

Sí, Archivista, sí que soñamos. Yo soñaba que veía las islas Hawái despuntando entre olas color turquesa; soñaba con la vida en Euforia; con un elogio de Papa Song; con mis hermanas, con los consumidores, el Visor Rhee y sus Asistentes. También tenemos pesadillas: de consumidores furiosos, de atascos en el tubo de la comida, de collares perdidos y desestrellamientos humillantes.

¿Con qué sueñas aquí, en la cárcel?

Con ciudades extrañas; persecuciones por tierras en blanco y negro; mi futura ejecución en el Faro. Cuando me ha despertado el guardia para que te dejase entrar, estaba soñando con Hae-Joo Im. Tanto en el Papa Song's como aquí, en el cubo, los sueños son el único elemento impredecible de mis jornadas sectoriales. Nadie me los asigna ni me los censura. Son lo único verdaderamente mío.

Fragmento de "El Atlas de las Nubes" de David Mitchell

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