viernes, 25 de julio de 2014

La séptima ola

Una semana después
Asunto: La séptima ola

Hola, Leo.
Estoy sentada en mi balcón de Playa de Alojera, en la isla de La Gomera, y más allá de la bahía rocosa, con sus oscuras manchas de arena y sus blancas lenguas de sal espumosas, mi mirada se adentra en el mar hasta la línea horizontal que divide el azul claro del oscuro, el cielo del agua. No sabes lo bonito que es esto. Tenéis que venir a conocerlo sin falta. Este sitio es ideal para los enamorados. ¿Por qué te escribo? Porque me apetece. Y porque no quiero esperar en silencio la séptima ola. Sí, aquí cuentan la historia de la indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos... y siempre el mismo destino.
Pero ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar.
Ya llevo una hora larga aquí sentada, contando las olas y observando qué hacen las séptimas. Aún no ha estallado ninguna. Pero estoy de vacaciones, tengo paciencia, puedo esperar. No pierdo las esperanzas. Aquí, en la costa occidental, sopla fuerte y cálido el viento del sur.
Emmi

Extracto de "Cada siete olas" de Daniel Glattauer

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