viernes, 25 de julio de 2014

Las camas compartidas son menos camas. Las penas compartidas son más penas.

Tres horas después
Re:

¿Quieres palabras? De acuerdo, aún me quedan unas cuantas. Te las regalo, a mí ya no me sirven para nada. Tienes razón, Leo. Quería demostrárselo a Bernhard. Quería demostrártelo a ti. Y quería demostrármelo a mí. Ahora ya lo sé: soy capaz de engañar. Es más, soy capaz de engañar a Bernhard. Es más, soy capaz de engañar a Bernhard CONTIGO. Es más, mi mayor hazaña ha sido engañarme a la vez a mí misma, sí, tal vez eso sea lo que mejor sé hacer. Por cierto, gracias por haberte prestado al «juego». Sé que no fue tu desenfreno, Leo, fue tu compasión. Me habías ofrecido descargarme de la mitad de mis sentimientos. Anoche lo hiciste admirablemente, considerando lo tensa que era la situación. Las camas compartidas son menos camas. Las penas compartidas son más penas.
Tienes razón, Leo. Hoy no estoy mejor. Estoy más jodida que nunca.
No te puedes imaginar lo que me habéis hecho «vosotros dos», Leo. Estoy perdida y vendida. Mi marido y mi amante virtual sellaron un pacto a mis espaldas: para que uno pudiera conocerme personalmente, el otro, por excepción, hacía la vista gorda; después uno desaparecía para siempre, para que el otro pudiera quedarse conmigo para siempre.
Uno me restituye como un objeto perdido a mi marido, mi legítimo propietario. El otro me permite a cambio «el encuentro tangible»: una aventura sexual con una fantasía de amor antes sólo virtual, por así decir, a modo de gratificación. Un justo reparto, una perfecta separación, un pérfido plan. Y la débil mental de Emmi, tan sometida a la familia como dominada por el espíritu aventurero, jamás se enterará de nada. ¡Ayayay! Leo, aún no sé lo que significará esto para Bernhard y para mí. Probablemente tú tampoco llegues a saberlo. ¿Y qué significa para «nosotros dos»? Eso sí puedo decírtelo ahora mismo. Y a ti, quien se suponía que era capaz de leer como nadie lo más íntimo de mis pensamientos, a ti no te podía caber la menor duda, ¿no es así? No seas ingenuo, Leo. No hay ningún «milagro de cuatro letras». Sólo hay una consecuencia lógica de tres letras. Tantas veces hemos temblado de pensar en ella... Tanto tiempo la hemos aplazado, disimulado y evitado... Ahora nos ha salido al encuentro y me toca a mí anunciarla: FIN.

Extracto de "Cada siete olas" de Daniel Glattauer

No hay comentarios:

Publicar un comentario