viernes, 25 de julio de 2014

"... casi no se te notó lo desconcertado que estabas porque yo tenía un aspecto tan diferente de lo que pensabas."

A la tarde siguiente
Asunto: El ausente
Querido Leo:

Ya veo que de momento te pones un poco tenso cuando escribes. Quizá te hayas excedido con tu relajación en la mesa del café. Pero no quiero ser aguafiestas: te diré qué te pasó A TI conmigo en nuestra cita. Pues bien:
1) Estabas tan estupendamente preparado para ser el digno Leo Leike que termina una relación epistolar, perfecto, desenvuelto, galante, seguro y no obstante tan humilde, viniera la Emmi que viniera, que casi daba lo mismo qué Emmi era la que venía.
2) Enhorabuena, Leo, casi no se te notó lo desconcertado que estabas porque yo tenía un aspecto tan diferente de lo que pensabas.
3) Enhorabuena, Leo, casi no se te notó lo mucho que te sorprendió que de repente yo pudiera ser de estatura tan mediana, tan castaña, tan tímida y reservada. (La melancolía, para mayor seguridad, la había dejado en el guardarropa, y había hecho bien.)
4) Enhorabuena, Leo, casi no se te notó lo mucho que te costaba aparcar en mis ojos tus pupilas rodeadas de un transparente color río de montaña, sin perder tu inofensiva y cautelosamente amable sonrisa de «tomo a las Emmis como vienen».
5) Leo, ten por seguro que en un ranking de los cien hombres más simpáticos de una cita a ciegas, con los que la mayoría de todas las Emmis de entre veinte y sesenta años habría quedado sin reservas por segunda vez —cuando menos para todo—, estarías en el top five. (Únicamente resta puntos tu beso en la mejilla, algo precipitado en su perfeccionista descuido. La verdad que deberías pulirlo un poco.)
6) Pero ¡lo siento, lo siento, lo siento! Yo no soy la mayoría de las Emmis, sino tan sólo esa única Emmi que en efecto creía haberte conocido «personalmente» e incluso pretendía haberte visto ya en días (¡y noches!) de armarios emocionales abiertos. (Da la casualidad de que la mayoría de esos días también estaban abiertos tus muebles botelleros.)
7) No, querido Leo, no es que no te conociera, ni siquiera me diste la oportunidad de considerarte un desconocido. Es que, salvo tu envoltura externa, no estuviste presente para nada, te escondiste de mí en público.
8) Nuestra cita en siete palabras: yo estuve tímida y tú estuviste reservado. ¿Desencantada? Pues, para ser sincera, un poco. Los dos años anteriores —incluidos los tres trimestres de tu Emmi-gración interna a Boston— fueron bastante más sustanciales. Te mando un beso en la mejilla. Ahora desembalaré mi melancolía y me iré a duchar con ella.

Extracto de "Cada siete olas" de Daniel Glattauer

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